Los 10 estereotipos publicitarios más exasperantes

Los 10 estereotipos publicitarios más exasperantes

Sin dejar de ser crea­ti­va, la publi­ci­dad es una fas­ci­nan­te crea­do­ra y repe­ti­do­ra de este­reo­ti­pos. Y es que la publi­ci­dad se retro­ali­men­ta de sí mis­ma y es exper­ta en fabri­car anun­cios que se refle­jan los unos a los otros.

De los muchos este­reo­ti­pos que hay en la publi­ci­dad, About.com reco­ge a con­ti­nua­ción  qui­zás algu­nos de los más irri­tan­tes:

1. El este­reo­ti­po del sobe­rano idio­ta

El sobe­rano idio­ta, muy habi­tual en pro­duc­tos publi­ci­ta­rios, es aquel que, pese a ser una per­so­na hecha y dere­cha, no sabe hacer abso­lu­ta­men­te nada por sí mis­ma. Se supo­ne que los con­su­mi­do­res debe­ría­mos empa­ti­zar con él, pero para ello debe­ría­mos ser tam­bién idio­tas. ¿Creen enton­ces los publi­ci­ta­rios que los con­su­mi­do­res somos unos idio­tas con­su­ma­dos? Es pro­ba­ble.

2. El este­reo­ti­po de la espo­sa man­do­na

“Cam­bia la bom­bi­lla”. “Saca la basu­ra”. “No vas a salir de nin­gu­na mane­ra con esa cami­sa”.  La publi­ci­dad está lle­na de espo­sas man­do­nas y hom­bres sumi­sos. Pero, ¿cuán­to de ver­dad hay en este este­reo­ti­po publi­ci­ta­rio? Lo que está cla­ro es que en la géne­sis de este tópi­co tie­ne un papel pro­ta­go­nis­ta ese mal endé­mi­co, en la publi­ci­dad y en todas par­tes, que es el machis­mo.

3. El este­reo­ti­po del vago (y gor­din­flón)

El hábi­tat natu­ral del vago, que habi­tual­men­te sue­le ser due­ño de una gran barri­ga cer­ve­ce­ra, es el sofá. Allí come y bebe has­ta reven­tar y se da autén­ti­cos mara­to­nes tele­vi­si­vos. ¿Lo peor? Que este per­so­na­je no exis­te. Se lo han inven­ta­do los publi­ci­ta­rios para hacer­nos sen­tir un poco mejor con noso­tros mis­mos.

4. El este­reo­ti­po del cole­ga

Don­de más se pro­di­ga el este­reo­ti­po del cole­ga es en los anun­cios de cer­ve­zas. El cole­ga alar­dea de un sen­ti­do del humor bas­tan­te grue­so, pre­su­me de un híga­do a prue­ba de bom­ba y pier­de la cabe­za cada vez que vez se topa con una fal­da.

5. El este­reo­ti­po del incré­du­lo

“Espe­ra, ¿me estás dicien­do que si com­pro estos tres paque­tes de pan de mol­de, me van a salir por el pre­cio de dos? ¿Lo dices en serio? No, no pue­de ser ver­dad”. El incré­du­lo, o incré­du­la, nun­ca se creen las estu­pen­das ofer­tas de las que tie­nen a bien infor­mar­les sus ami­gos en los anun­cios.

6. El este­reo­ti­po de la super­mo­de­lo que hace cosas de gen­te nor­mal

En la publi­ci­dad todo es posi­ble. Tam­bién que muje­res con pin­ta de super­mo­de­los frie­guen sue­los, plan­chen la ropa, lim­pien el inodo­ro y hagan la com­pra sin que su impe­ca­ble “look” se mue­va un milí­me­tro de sitio.

7. El este­reo­ti­po del con­su­mi­dor encan­ta­do de la vida con lo que le toca anun­ciar

No hay que olvi­dar que los pro­ta­go­nis­tas de los anun­cios son acto­res y que les pagan por son­reír y lucir dicho­sos si el guion lo indi­ca, pero ¿de ver­dad es nece­sa­ria tan exa­ge­ra­da y des­bor­dan­te exhi­bi­ción de ale­gría? En la prác­ti­ca, si para algo sir­ven sus for­za­das son­ri­sas y demos­tra­cio­nes gran­di­lo­cuen­tes es para espan­tar al con­su­mi­dor.

8. El este­reo­ti­po del jefe mal­va­do

El ima­gi­na­rio social dic­ta que los jefes son seres de los que hay que cui­dar­se, y cla­ro, no tie­nen muy bue­na repu­tación, ni en la TV ni en el cine y tam­po­co en el mun­do real, pero ¿son real­men­te tan per­ver­sos como se empe­ña en retra­tar­los la publi­ci­dad? Es muy evi­den­te que esta carac­te­ri­za­ción se tra­ta de un tru­co para empa­ti­zar con el con­su­mi­dor, y lo hace con muy poco éxi­to.

9. El este­reo­ti­po de la madre ago­bia­da

El este­reo­ti­po de la super­ma­dre que tra­ba­ja, pre­pa­ra la comi­da, plan­cha, ayu­da a sus hijos con los debe­res y hace otras mil cosas a la vez está sobre­ex­plo­ta­do. Des­pués de demos­trar al mun­do que es un autén­ti­co pro­di­gio del “mul­ti­tas­king”, la heroí­na se toma siem­pre un peque­ño res­pi­ro en for­ma de café, de baño rela­jan­te o de cre­ma hidra­tan­te de noche. ¿Resul­ta fami­liar, ver­dad?

10. El este­reo­ti­po del zoque­te gran­du­lón

A este per­so­na­je todo le sale mal. Tro­pie­za con todo, se le cae la vaji­lla y que­da siem­pre en evi­den­cia en las fies­tas. Es tan tor­pe que con­si­gue que el mis­mí­si­mo Mis­ter Bean parez­ca James Bond. A los publi­ci­ta­rios les gus­ta recu­rrir a este este­reo­ti­po para demos­trar que el pro­duc­to anun­cia­do es tan fácil de usar que has­ta un zoque­te redo­ma­do sabe uti­li­zar­lo.

Los anun­cios inten­tan mos­trar la cali­dad y uti­li­dad de sus pro­duc­tos, pero hay casos en los que el resul­ta­do es fran­ca­men­te malo. La publi­ci­dad está avan­zan­do muy depri­sa y tra­ba­ja para modi­fi­car su for­ma de inter­ac­tuar con el usua­rio para no vol­ver a caer en estos peno­sos este­reo­ti­pos y supe­rar, ella mis­ma, su pro­pio este­reo­ti­po de repe­ti­ti­va.