El 'Pinkwashing' en las empresas y lo que hay más allá del arcoíris en la Semana del Orgullo LGTBQ+

El 'Pinkwashing' en las empresas y lo que hay más allá del arcoíris en la Semana del Orgullo LGTBQ+
El ini­cio de la Sema­na del Orgu­llo LGTBQ+ 2025 en Madrid sig­ni­fi­ca que cien­tos de empre­sas se pre­pa­ran para lucir en sus per­fi­les en redes socia­les los colo­res del arcoí­ris. Sin embar­go, des­pués de años de seguir un guion simi­lar, ¿qué hay real­men­te más allá de este ges­to? Suce­de que las decla­ra­cio­nes vacías de con­te­ni­do pier­den valor y, lo que es más gra­ve, pue­den dañar seria­men­te la repu­tación cor­po­ra­ti­va.

El fenó­meno del “pink­wa­shing”, enten­di­do como la estra­te­gia de difun­dir men­sa­jes de sim­pa­tía super­fi­cial hacia la comu­ni­dad LGTBQ+, es un con­cep­to ya cono­ci­do en el ámbi­to de la comu­ni­ca­ción cor­po­ra­ti­va, pero su visi­bi­li­dad y faci­li­dad de detec­ción han aumen­ta­do expo­nen­cial­men­te. El caso es que las audien­cias, espe­cial­men­te las más jóve­nes, ya no acep­tan un rela­to que no esté res­pal­da­do por accio­nes con­cre­tas y polí­ti­cas inter­nas de inclu­sión. La deman­da actual exi­ge trans­pa­ren­cia fren­te a la dis­cri­mi­na­ción y una repre­sen­ta­ción real del colec­ti­vo LGTBQ+ tan­to en los equi­pos de tra­ba­jo como en los pues­tos de deci­sión. Las empre­sas que se limi­tan a col­gar la ban­de­ra del arcoí­ris en su facha­da mien­tras tole­ran con­duc­tas homó­fo­bas inter­na­men­te o, peor aún, apo­yan legis­la­cio­nes con­tra­rias a los dere­chos del colec­ti­vo en otros paí­ses, se expo­nen a la crí­ti­ca públi­ca y a la temi­da can­ce­la­ción en redes socia­les.

Ver­dad y auto­crí­ti­ca: la fór­mu­la con­tra el ‘pink­wa­shing’

La sali­da a esta encru­ci­ja­da resi­de en cons­truir y com­par­tir un men­sa­je des­de la ver­dad y la auten­ti­ci­dad. El pro­ble­ma no es que una empre­sa ten­ga fallas en sus polí­ti­cas de inclu­sión, sino que fin­ja no tener­las. Cada año, mien­tras algu­nas mar­cas tra­ba­jan por pro­fun­di­zar en la esen­cia de la diver­si­dad y en inte­grar­la como par­te fun­da­men­tal de su cul­tu­ra cor­po­ra­ti­va, for­man­do a sus equi­pos, dan­do voz a per­so­nas del colec­ti­vo en sus cam­pa­ñas, revi­san­do sus pro­pios ses­gos y comu­ni­can­do des­de los hechos, muchas otras giran en el círcu­lo repe­ti­ti­vo de siem­pre, y son las que a menu­do lan­zan cam­pa­ñas mora­lis­tas y vacías que se des­mo­ro­nan al pri­mer tuit que les enca­ra sus aso­cia­cio­nes polí­ti­cas o las cláu­su­las de sus con­ve­nios labo­ra­les.

Otras com­pa­ñías, cons­cien­tes de no tener nada rele­van­te y genuino que comu­ni­car, han opta­do por el silen­cio estra­té­gi­co, lo cual es, en muchos casos, una deci­sión más pru­den­te. Tam­bién están las que apro­ve­chan el momen­to del Orgu­llo para ren­dir cuen­tas, mos­trar los avan­ces reales que han logra­do y reco­no­cer lo que aún les fal­ta por mejo­rar en tér­mi­nos de inclu­sión. No exis­te una fór­mu­la úni­ca e infa­li­ble para una comu­ni­ca­ción que esca­pe del “pink­wa­shing”, pero sí hay líneas rojas cla­ras e inne­go­cia­bles: comu­ni­car, simu­lan­do un com­pro­mi­so inexis­ten­te, acer­ca de temas tan sen­si­bles como la diver­si­dad LGTBQ+ es, en defi­ni­ti­va, peor que no comu­ni­car en abso­lu­to.

En resu­men, la Sema­na del Orgu­llo LGTBQ+ pue­de aplau­dir la crea­ti­vi­dad comu­ni­ca­cio­nal, pero si no tie­ne un com­pro­mi­so pro­fun­do con la ver­dad y una autén­ti­ca capa­ci­dad de auto­crí­ti­ca por par­te de las mar­cas, no vale de nada.

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