A partir del año 2026, las compañías que aspiren a obtener o mantener la influyente certificación B Corp enfrentarán un nuevo estándar obligatorio: deberán acreditar que su comunicación es veraz, coherente y basada en hechos. Este movimiento marca un punto de inflexión en el sector de la sostenibilidad, ya que, por primera vez, la forma en que una empresa comunica su impacto será un criterio evaluable indispensable.
La decisión de B Corp de elevar la vara surge en un momento de gran escepticismo público y presión regulatoria contra el greenwashing o ecopostureo, que ha puesto en entredicho la credibilidad de muchas marcas.
Hasta ahora, el sello B Corp imponía exigentes evaluaciones en cinco grandes dimensiones: empleados, comunidad, medio ambiente, clientes y gobernanza, todo con el fin de alcanzar una puntuación mínima, permitiendo ciertos matices y grados de flexibilidad. Los nuevos estándares tienen como novedad la incorporación formal de la comunicación y el marketing como elementos obligatorios.
Esta tendencia converge con los esfuerzos regulatorios en distintos mercados. En España, por ejemplo, se trabaja en una Ley de Consumo Sostenible que buscará precisamente prohibir afirmaciones vagas o no verificables sobre sostenibilidad.
Un desafío estratégico y cultural
La implementación de esta nueva norma supone una profunda transformación cultural dentro de las organizaciones. La comunicación, tradicionalmente concebida como la última etapa del proceso y destinada a difundir logros, deberá pasar a ser parte integral del propio diseño estratégico de las empresas responsables.
Este giro sitúa a los equipos de comunicación en el núcleo de la estrategia de sostenibilidad. Cada dato compartido, cada declaración pública y cada compromiso adquirido deberán poder demostrarse fehacientemente, lo que introduce un nivel de exigencia inédito en la gestión de la reputación corporativa.
El ‘dircom’ como garante de la veracidad
Esta evolución redefine inevitablemente la figura del director de comunicación (dircom). Su rol deja de ser únicamente el de un portavoz para convertirse en el principal garante de la veracidad del relato empresarial.
Según se desprende del cambio de estándar, este profesional deberá equilibrar la necesidad de proyectar una imagen sólida con la obligación de mostrar con transparencia los matices, los límites operativos y las áreas de mejora pendientes de la compañía.
Para las agencias de comunicación y marketing, el reto es evidente: serán las encargadas de ayudar a las compañías en la tarea de dar a conocer su impacto real a través de mensajes que, además de ser atractivos, también deberán ser precisos, verificables y coherentes con sus prácticas internas.