La nueva publicidad va más allá de trasladar los “muebles”, es decir, el mensaje que define nuestra marca no sólo debe acomodarse a otros soportes sino modificar el lenguaje.
En comunicación, uno de los términos más empleados pero que menos se practica es la humildad. Si una empresa hoy día no es capaz de entender que a su cliente no le interesa oír hablar de lo buenos que son sus productos, es que no ha entendido que hace tiempo que se produjo un cambio.
La publicidad intrusiva no gusta. Ni en televisión ni en una página de Facebook. ¡Viva el entretenimiento! Ese es el secreto. Si quieres mantener la atención de tu cliente, ofrece ocio, diversión en todas las formas que se te ocurran relacionadas con tu sector, pero no le bombardees con información que se centre en ti.
Disponemos de poco tiempo. Todo va muy rápido y se trabajan muchas horas. Cuando un usuario llegue a tu página recíbelo con los brazos abiertos, has sido el elegido, por favor, no lo espantes. Seduce para que se quede. El cliente goza de un poder que hace veinte años no hubiéramos imaginado: Internet, para seleccionar lo que quiere. En menos de cinco minutos, puede acceder a toda la información relacionada con tu producto o servicio.
Él compara, él elige
Se acabó el consumidor pasivo. Abramos los ojos y olvidemos los “dale me gusta a mi página”. ¿Por qué? Dame una razón. Como cliente tengo tantas opciones para elegir, que no deseo que me impongas nada.
¿Qué marcas triunfan? Las que apuestan por una relación cercana, donde la información y un buen trato van de la mano. La publicidad, como dice Javier Regueira, ha muerto, así que viva Internet, pero las pymes deben aprender a dominar el lenguaje en ese espacio. El “porque yo lo valgo” ya no nos vale.