Todo el mundo querría que los genios fueran extraordinarios también como líderes, como seres humanos, como progenitores y como vecinos. Pero la mayoría no lo son. Son extraordinarios en un área de la vida. Por ejemplo, Ramón y Cajal, que revolucionó la medicina, era un pésimo padre y un marido desastroso. Hemingway, premio Pulitzer y premio Nobel de Literatura, se pasaba el día ebrio. Dalí era un marciano amoral para su época. Picasso tenía fama de ser mala persona. Muchos de los iconos de la sociedad son pésimos referentes para la sociedad en muchos aspectos.
Si nos centramos en Leo Messi, estamos ante uno de los mejores jugadores en la historia mundial del fútbol, pero también ante una persona más bien tímida y un poco introvertida, al que no le gustan los focos, ni hacer muchas declaraciones, ni tener mucha exhibición de su vida privada. Efectivamente, Messi no es un líder en el sentido más exigente de la palabra. Sin embargo, hay otros jugadores más expansivos, más abiertos, con el carácter adecuado para liderar al equipo en el campo.
Gonzalo Martínez de Miguel, CEO y Director del Acelerador del Liderazgo Directivo de INFOVA, nos explica que “en los clubs de fútbol es más visible el liderazgo del entrenador y de la dirección del club, que el de los jugadores. Deberíamos mirar ahí. El liderazgo consiste en crear las condiciones para que el resto del equipo pueda hacer su trabajo. Ese papel es del entrenador y la presidencia”. Y añade, “el liderazgo consiste en influir en los demás, para que decidan dar lo mejor de sus capacidades en pro de un objetivo. Liderar es ser referente de comportamiento para el grupo. Desarrollar al equipo e inspirarlo. Liderar es ponerse delante y tirar del equipo en los momentos difíciles. Quizás aquí es donde se le reprocha a Messi haberse visto superado por algunas situaciones difíciles, derrotas dolorosas donde el equipo estaba perdido y necesitaba un faro que les diera dirección”.
La realidad es que Messi ha sido referente en el campo durante décadas, ha dado dirección, ha marcado el nivel de excelencia, ha inspirado a todos los jugadores para que se superasen, ha tenido un comportamiento deportivo ejemplar, se ha enfrentado a sus miedos para estar a la altura de la figura que se ha creado a su alrededor. Y, entonces, si ha liderado, pero no tuvo la presencia que se le requería en momentos muy visibles.
Los genios no tienen por qué ser líderes. “En definitiva, Messi ha ganado muchísimo más de lo que ha perdido, pero sabe que la derrota en un mundo insaciable, al menos a corto plazo, arrasa con todo, también con la imagen de los genios. Los grandes líderes y los grandes genios son especímenes diferentes”, concluye Gonzalo Martínez de Miguel