En el mundo como es ahora, los medios de comunicación ejercen una influencia que trasciende la simple transmisión de noticias. Su papel como garantes del pluralismo informativo no solo moldea la opinión pública, sino que también establece el contexto en el que empresas y marcas articulan su discurso. Por ello, la calidad, independencia y credibilidad periodística se han convertido en factores que determinan cómo las organizaciones son percibidas.
La reputación mediática, definida como la confianza que el público deposita en los medios de comunicación, se ha transformado en un factor de vital importancia para la comunicación corporativa. Cuando la ciudadanía percibe a la prensa como un actor fiable y comprometido con el interés general, los mensajes empresariales que se difunden a través de ella adquieren una legitimidad y un alcance significativamente mayores. Por el contrario, un entorno marcado por la desinformación, la polarización o la politización informativa no ofrece la seguridad necesaria para una comunicación confiable, lo cual obliga a las compañías a extremar la prudencia y a buscar canales alternativos para salvaguardar su propia narrativa.
En este contexto, las marcas necesitan construir relatos que resistan una mirada pública más vigilante y exigente, y que encajen de forma orgánica en un ecosistema mediático en constante escrutinio. Para que un relato corporativo resulte creíble, debe demostrar un compromiso real y demostrable con valores democráticos fundamentales como la veracidad, la inclusión y el respeto a la diversidad de opiniones.
Responsabilidad compartida
La estrecha relación entre los medios de comunicación y las empresas implica un nuevo tipo de responsabilidad compartida. Mientras que los periodistas tienen el deber ineludible de informar con rigor y sin sesgos, las corporaciones, por su parte, deben evitar a toda costa estrategias que instrumentalicen a la prensa o recurran a prácticas engañosas como el greenwashing (ecoblanqueo) y el purpose washing (simulación de propósito). El equilibrio entre el interés comercial y el aporte social es, hoy más que nunca, un elemento crítico para la preservación de la confianza pública.
Esta coherencia en el relato mediático impacta directamente en la reputación externa de la marca, y también influye de manera significativa en la comunicación interna. Un entorno mediático saludable, que promueve el debate informado y la rendición de cuentas, facilita que los empleados se identifiquen genuinamente con la misión y los valores de la empresa. De esta forma, se convierten en embajadores naturales de la marca, fortaleciendo la cultura corporativa desde sus cimientos.
En consecuncia, los directores de comunicación (Dircoms), como guardianes de la voz corporativa, tienen el reto de anticiparse a la agenda mediática y adaptar los mensajes sin perder autenticidad. La vigilancia de tendencias, el análisis de riesgo reputacional y la colaboración estratégica con medios solventes y de prestigio son ahora partes esenciales de una estrategia que no solo busca la notoriedad, sino también una participación activa en el fortalecimiento del tejido democrático.
La interdependencia entre la prensa y las empresas exige, en definitiva, un ejercicio de responsabilidad mutua. La democracia se nutre de información plural y veraz, y en esa ecuación la comunicación corporativa no puede permanecer al margen. Las marcas que comprendan este vínculo y actúen con integridad no solo ganarán en reputación, sino que contribuirán de manera tangible a la salud democrática.