Duran­te años, Nike ha acos­tum­bra­do al mun­do a unos anun­cios fut­bo­lís­ti­cos real­men­te espec­ta­cu­la­res. En 1996, la mar­ca lan­zó su pri­me­ra rein­ter­pre­ta­ción de este depor­te con Good vs. Evil, un spot para la Euro­co­pa de ese año que pre­sen­ta­ba a algu­nas de las estre­llas del fút­bol euro­peo como mons­truos. Era tan dife­ren­te a lo habi­tual, que Dina­mar­ca deci­dió prohi­bir­lo en los cines y reci­bió cien­tos de crí­ti­cas alre­de­dor del mun­do.

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Hoy, Nike lan­za una cam­pa­ña con remi­nis­cen­cias a la de 1996, lla­ma­da Awa­ken the Phan­tom, con la fina­li­dad de pro­mo­cio­nar su nue­va zapa­ti­lla Phan­tom.

En los pri­me­ros com­pa­ses del spot, un asus­ta­do defen­sa dice lo siguien­te: “Nun­ca había creí­do en los mons­truos… has­ta esa noche”. Enton­ces, como sur­gi­do de los cie­los, apa­re­ce un fut­bo­lis­ta que se adue­ña del cam­po, un fan­tas­ma que des­ata los rumo­res entre todos los afi­cio­na­dos al fút­bol del mun­do.

El mons­truo hacía que la pelo­ta se des­va­ne­cie­ra, afir­man unos. Otros ase­gu­ran que era una bes­tia, en nin­gún caso un humano. E inclu­so el can­tan­te nige­riano Wiz­kid, sen­tan­do jun­to a los músi­cos Mutay y Tiwa Sava­ge y la estre­lla del Arse­nal Pie­rre-Eme­rick Auba­me­yang, afir­ma que el fan­tas­ma tenía tres mier­das. Un pasa­je­ro en un taxi sube la apues­ta y seña­la que eran cua­tro las extre­mi­da­des infe­rio­res de este fan­tas­ma. Pero un chef, con un pul­po en la mano, ase­gu­ra que eran ocho.

El “fan­tas­ma” no es otro que el juga­dor del FC Bar­ce­lo­na Phi­lli­pe Coutinho, quien se trans­for­ma en pleno terreno de fút­bol en la estre­lla del Man­ches­ter City Kevin de Bruy­ne, pero tam­bién en la juga­do­ra esta­dou­ni­den­se Mallory Pugh. Otras estre­llas del depor­te rey que se dejan ver en el spot son el legen­da­rio Ronal­dinho, el direc­tor téc­ni­co del A.C. Milan, Gen­na­ro Gatu­so, un rápi­do cameo de Ney­mar y el recien­te­men­te reti­ra­do Andrea Pir­lo.

El spot, diri­gi­do por Matthew Vaughn, se des­plie­ga por dos minu­tos y medio de autén­ti­ca y fre­né­ti­ca magia, que hará las deli­cias de los faná­ti­cos de la mar­ca y del depor­te rey.