La guinda del pastel en toda marca: El "naming"

La guinda del pastel en toda marca: El "naming"

El naming es uno de los ingre­dien­tes más sucu­len­tos en las estra­te­gias de bran­ding. No es para menos si, al fin y al cabo, un buen nom­bre pue­de con­ver­tir una mera visión en una reali­dad con todas las de la ley.

Cuan­do una mar­ca deci­de col­gar­se del bra­zo de un nom­bre en par­ti­cu­lar, ese nom­bre debe ser su esen­cia redu­ci­da a la míni­ma expre­sión.

El naming es una suer­te de ata­jo que ayu­da a las mar­cas a arti­cu­lar lo que son y aque­llo en lo que creen. Sin embar­go, alum­brar un nom­bre ade­cua­do no es tan fácil como podría sonar.

En un artícu­lo para Muse, Molly Rowan Hamil­ton expo­ne algu­nas estra­te­gias efec­ti­vas de “naming”:

1. Ir más allá del sig­ni­fi­ca­do de una pala­bra en par­ti­cu­lar

Una mar­ca no debe ele­gir su nom­bre úni­ca y exclu­si­va­men­te en base a los pro­duc­tos y ser­vi­cios que comer­cia­li­za. Debe ir más allá. Se tra­ta de deter­mi­nar aque­llo que la mar­ca desea que su clien­te com­pren­da ade­cua­da­men­te y a con­ti­nua­ción ir un paso más allá.

Hay que tener en cuen­ta el bene­fi­cio fun­cio­nal de la mar­ca, el pro­pó­si­to emo­cio­nal ema­na­do de ese bene­fi­cio y las aso­cia­cio­nes de tipo figu­ra­ti­vo que emer­gen de ambos.

Tin­der es un mag­ní­fi­co ejem­plo de “naming” que va mucho más allá del sig­ni­fi­ca­do lite­ral de la pala­bra ele­gi­da. El bene­fi­cio fun­cio­nal de Tin­der es que una app de citas y su pro­pó­si­to emo­cio­nal es unir per­so­nas. A ese bene­fi­cio fun­cio­nal y pro­pó­si­to emo­cio­nal hay sola­pa­da una aso­cia­ción figu­ra­ti­va: la de lograr que sal­ten chis­pas entre las per­so­nas. Y de esta aso­cia­ción figu­ra­ti­va aca­ba nacien­do en últi­mo tér­mino el nom­bre de mar­ca: Tin­der (yes­ca en inglés).

2. Dar vuel­tas a la mane­ra en que sue­na el nom­bre (tan­to o más que a su sig­ni­fi­ca­do lite­ral)

A la hora de ele­gir un nom­bre hay que con­si­de­rar la musi­ca­li­dad de la pala­bra esco­gi­da antes qui­zás de repa­rar en su ver­da­de­ro sig­ni­fi­ca­do.

Con su nom­bre, la mar­ca de len­ce­ría Agent Pro­vo­ca­teur evo­ca sen­sua­li­dad sin expre­sar­la tam­po­co de mane­ra abier­ta. El sig­ni­fi­ca­do lite­ral de “Agent Pro­vo­ca­teur” es alguien que ani­ma a hacer añi­cos las nor­mas. Y aun cuan­do quien se topa con este nom­bre no hable fran­cés, su soni­do evo­ca idén­ti­co sen­ti­do en su cabe­za. Como la len­ce­ría que la mar­ca comer­cia­li­za, su nom­bre deja algo a la ima­gi­na­ción y el con­su­mi­dor lo sien­te así, tan­to en su pro­nun­cia­ción como en el sig­ni­fi­ca­do lite­ral del nom­bre.

3. No per­der jamás de vis­ta al clien­te

El hecho de que Mai­son Kitsu­né (el nom­bre de una mar­ca de ropa) no sea fácil de pro­nun­ciar dice en reali­dad mucho a su favor. Da cuen­ta de su afán de des­ta­car entre la mul­ti­tud y dife­ren­ciar­se de la masa. Y tan pron­to como el clien­te com­pren­de el sig­ni­fi­ca­do y apren­de a pro­nun­ciar Mai­son Kitsu­né, no pue­de evi­tar posi­cio­nar­se jun­to a la mar­ca que por­ta nom­bre tan ori­gi­nal.

Si la mar­ca en cues­tión desea conec­tar con un tipo de clien­te más cau­to que teme sen­tir­se aver­gon­za­do por no saber pro­nun­ciar ade­cua­da­men­te una pala­bra, es mejor hacer elec­cio­nes algo menos arries­ga­das.

En su día, Chi­potle tuvo que lan­zar, por ejem­plo, una cam­pa­ña de publi­ci­dad para ense­ñar a los esta­dou­ni­den­ses a pro­nun­ciar su pro­pio nom­bre y el de los pro­duc­tos de su car­ta.

4. Ser dife­ren­te

Algu­nos de los mejo­res nom­bres pare­cen tan extra­ños como demen­tes. Sin embar­go, y en vis­ta del ele­va­do núme­ro de mar­cas que salen cada día del cas­ca­rón, es nece­sa­rio enar­bo­lar la ban­de­ra de la ori­gi­na­li­dad en el uni­ver­so del “naming”.

Y la ori­gi­na­li­dad se tra­du­ce a menu­do en hacer tri­zas la orto­gra­fía, hacer un uso inco­rrec­to de las til­des o amal­ga­mar dife­ren­tes pala­bras.

Aun huér­fa­nos de sig­ni­fi­ca­do, los nom­bres que no pue­den pro­ce­sar­se en el plano racio­nal en un prin­ci­pio son a veces los más exi­to­sos. En el “naming” no hay que tener mie­do de ser dis­rup­ti­vo.

5. Pen­sar en el futu­ro

A la hora de ele­gir un nom­bre hay que tener en con­si­de­ra­ción si la mar­ca cre­ce­rá o no en el futu­ro para exten­der­se en otros sec­to­res de acti­vi­dad. En este sen­ti­do, lo mejor es decan­tar­se por un nom­bre lo sufi­cien­te­men­te fle­xi­ble como para sopor­tar el even­tual y pos­te­rior desa­rro­llo de la mar­ca.

Hace un par de años Dun­kin’ Donuts qui­so, por ejem­plo, que sus clien­tes cono­cie­ran su mar­ca mucho más que por sus donuts y por eso ter­mi­nó zafán­do­se de esta pala­bra en su nom­bre.

6. Tener en cuan­ta en el ámbi­to de acti­vi­dad de la mar­ca

A la hora de col­gar­se del bra­zo de un nom­bre en par­ti­cu­lar la mar­ca debe deci­dir aque­llo en lo que bus­ca des­ta­car. Y en el caso de las “cha­llen­ger brands”, su misión no es otra que echar aba­jo las nor­mas y desa­fiar las con­ven­cio­nes.

Es lo que hizo en su día la mar­ca chi­na de tam­po­nes Fém­me, que con su nom­bre qui­so desa­fiar la idea de que el uso de tam­po­nes es tan poco higié­ni­co como poco feme­nino.

7. Tomar en con­si­de­ra­ción el “sex appeal” a nivel glo­bal del nom­bre

Si la mar­ca desea estar pre­sen­te en más de un mer­ca­do en par­ti­cu­lar, debe explo­rar múl­ti­ples posi­bi­li­da­des para evi­tar posi­ble “faux pas” en su des­em­bar­co en el extran­je­ro. Es lo que le pasó, por ejem­plo, a Mer­ce­des-Benz, que hizo su debut en el mer­ca­do chino bajo un nom­bre muy poco opor­tuno: Ben­si (que sig­ni­fi­ca “pre­ci­pi­tar­se a la muer­te”).

8. Com­pren­der que los nom­bres no hacen mila­gros

Un buen nom­bre pue­de ser el pilar de la comu­ni­ca­ción de una mar­ca, con­den­sar su visión y dar cuen­ta de la mane­ra en que se com­por­ta.

Aun así, hay que tener en cuen­ta que el nom­bre es solo una de las muchas dimen­sio­nes de la mar­ca. Y un buen nom­bre ter­mi­na tro­cán­do­se en reali­dad en un her­mo­so reci­pien­te hue­co por den­tro si no se lle­na de sig­ni­fi­ca­do.

9. Dejar­se lle­var por el cora­zón

Cuan­do se decan­tan por un nom­bre en par­ti­cu­lar, las mar­cas deben ase­gu­rar­se de que lo aman. Si es la razón la que tie­ne la últi­ma pala­bra, el cora­zón pue­de ter­mi­nar rebe­lán­do­se. Un nom­bre debe ser ama­do con todas sus fuer­zas por quien lo eli­ge.