Internautas descuidan la protección de sus datos

seguridad2José Rodrí­guez Fuen­tes, jefe de sec­ción de frau­de finan­cie­ro en la Uni­dad de Delin­cuen­cia Eco­nó­mi­ca y Fis­cal (UDEF) de la Poli­cía Nacio­nal espa­ño­la, afir­ma: “la base infor­má­ti­ca de una com­pa­ñía de has­ta 100 emplea­dos, inclu­yen­do bases de datos, infor­ma­ción sobre cuen­tas ban­ca­rias y cla­ves de acce­so, cues­ta en el mer­ca­do negro entre tres y diez euros, lo que nos mues­tra una idea de lo desa­rro­lla­da que está la ciber­de­lin­cuen­cia hoy en día”.

Según una encues­ta rea­li­za­da por la ase­gu­ra­do­ra bri­tá­ni­ca CPP, el 40% de los 1.100 inter­nau­tas encues­ta­dos reco­no­ce no revi­sar en nin­gún momen­to la polí­ti­ca de pri­va­ci­dad de redes socia­les y otros ser­vi­cios onli­ne. Ade­más, otra de las con­clu­sio­nes de CPP es que la con­cien­cia­ción sobre la segu­ri­dad en inter­net dis­mi­nu­ye en fun­ción de la edad. Esto se tra­du­ce en que tan solo un 35% de la gene­ra­ción Z (naci­dos a par­tir del 2001) ase­gu­ra estar preo­cu­pa­do por el uso de datos per­so­na­les en inter­net.

Security by carbonnyc, on FlickrEntre las esta­fas más comu­nes sigue sien­do más común el phishing o suplan­ta­ción de iden­ti­dad, que a tra­vés de emails supues­ta­men­te envia­dos des­de una enti­dad ban­ca­ria se soli­ci­ta al usua­rio que con­fir­me sus cla­ves. Sin embar­go, no es úni­ca­men­te el usua­rio de a pie el que pue­de resul­tar afec­ta­do, y es que la pér­di­da de datos impor­tan­tes en una empre­sa, como clien­tes, acuer­dos, pre­cios, etc., pue­de salir muy cara. De hecho, según Manuel Huer­tas, con­se­je­ro dele­ga­do de la fir­ma de infor­má­ti­ca foren­se Laza­rus, “algu­nos estu­dios han demos­tra­do que si una com­pa­ñía sufre una bre­cha de datos sen­si­bles duran­te sus pri­me­ros diez años de vida, está con­de­na­da a la quie­bra”.

Por ello, pre­ve­nir este tipo de pro­ble­mas for­ma par­te de la comu­ni­ca­ción inter­na de cada vez más empre­sas. Ya no con­sis­te en que un anti­vi­rus haga su labor, sino que es nece­sa­rio implan­tar una cul­tu­ra de segu­ri­dad que haga cons­cien­tes a los emplea­dos y usua­rios en gene­ral acer­ca de los ries­gos que supo­ne man­te­ner una acti­tud des­cui­da­da en la red, tan­to a nivel par­ti­cu­lar como a nivel empre­sa­rial.