El verdadero origen del periodismo gonzo.

El verdadero origen del periodismo gonzo.

A prin­ci­pios de 1970, Warren Hinc­kle, de trein­ta y un años, y Sid­ney Zion, de trein­ta y cin­co, por fin dis­po­nían del dine­ro sufi­cien­te para lan­zar su revis­ta, que ten­dría como cabe­ce­ra el nom­bre de: Scan­la­n’s Monthly. El títu­lo se lo pusie­ron en “honor” de John Scan­lan, un cria­dor de cer­dos irlan­dés que fue des­cri­to por un gru­po de “vie­jos ami­gos del IRA”, que Zion y Hinc­kle cono­cie­ron duran­te un via­je a Irlan­da en 1968, como “el peor hom­bre que haya vivi­do en Irlan­da”, el padre de sie­te hijos ile­gí­ti­mos a los que ni qui­so reco­no­cer, ni man­tu­vo.

En su pri­me­ra edi­ción, en febre­ro de 1970, Scan­la­n’s Monthly alcan­zó unas ven­tas de 675.000 dóla­res, según datos veri­fi­ca­dos por la fir­ma Char­les Plohn & Co. En por­ta­da, se podía leer un mani­fies­to edi­to­rial que ocu­pa­ba las cubier­tas delan­te­ra y tra­se­ra, y en uno de sus párra­fos decía:

Des­de los feli­ces días, a media­dos del siglo pasa­do, en que los gran­des dia­rios des­ta­pa­ban escán­da­los, no ha habi­do una publi­ca­ción en este país cuyos edi­to­res fue­ran abso­lu­ta­men­te libres y tuvie­ran sufi­cien­te dine­ro en efec­ti­vo para hacer lo que los perio­dis­tas deben hacer. Esa visión de liber­tad, com­pro­mi­so, inves­ti­ga­ción, trans­gre­sión y total vera­ci­dad de la pren­sa, en gran medi­da, ha que­da­do rele­ga­da por las escu­sas de edi­to­res petu­lan­tes que se impu­sie­ron sobre los equi­pos de redac­ción y los idea­les de juven­tud de los chi­cos de la pren­sa. Scan­la­n’s evi­ta la depen­den­cia de cual­quier inte­rés eco­nó­mi­co externo ‑inclu­so las irre­sis­ti­bles pro­pues­tas de la tan ama­da publi­ci­dad- por lo que cobra­rá al lec­tor lo sufi­cien­te para poder garan­ti­zar una edi­ción inde­pen­dien­te … Mien­tras tan­to, tene­mos dine­ro sufi­cien­te para man­te­ner­nos por noso­tros mis­mos y publi­car exac­ta­men­te lo que que­re­mos … Noso­tros no le vamos a hacer pro­me­sas exa­ge­ra­das sobre la impor­tan­cia que esta revis­ta está pre­des­ti­na­da a tener. Pague el dólar y dé la vuel­ta a la pági­na.”

Si la gran­de­za de una revis­ta se midie­ra por a quié­nes y cuán­to logró enfu­re­cer en el menor tiem­po posi­ble, enton­ces Scan­la­n’s Monthly mere­ce­ría reci­bir los mayo­res elo­gios y los más altos hono­res. Con tan solo ocho núme­ros publi­ca­dos en los Esta­dos Uni­dos, Scan­la­n’s Monthly atra­jo la aten­ción y con fre­cuen­cia la ira de empre­sa­rios, líde­res sin­di­ca­les, jue­ces y polí­ti­cos. En tan solo diez meses logró enfu­re­cer a un ban­co, una com­pa­ñía aérea, a los sin­di­ca­tos, las empre­sas de impre­sión, las auto­ri­da­des de inmi­gra­ción, la poli­cía cana­dien­se, al vice­pre­si­den­te Agnew y al mis­mí­si­mo pre­si­den­te Nixon.

Duran­te estos pocos meses, entre mar­zo de 1970 y enero de 1971, Scan­la­n’s Monthly se las arre­gló para pasar a la his­to­ria impri­mien­do par­te del perio­dis­mo sen­sa­cio­na­lis­ta más pro­vo­ca­dor de su tiem­po. Pero entre todos sus artícu­los, cabe des­ta­car uno de ellos, publi­ca­do en el núme­ro del mes de junio de 1970, “El Derby de Ken­tucky es deca­den­te y depra­va­do” de Hun­ter S. Thom­pson, por mar­car el ori­gen de lo que daría en lla­mar­se el “perio­dis­mo gon­zo”.

Como ya habrán podi­do cons­ta­tar, ni Scan­la­n’s Monthly era “una peque­ña revis­ta depor­ti­va”, ni Thom­pson se limi­tó a arran­car “las pági­nas de su cua­derno de apun­tes” y man­dar­se­las “a su edi­tor, sin corre­gir­las o siquie­ra orga­ni­zar­las”. La pri­me­ra sen­sa­ción que pro­du­ce este artícu­lo a cual­quier per­so­na, que algu­na vez en su vida haya inten­tan­do escri­bir algo que mere­cie­ra la pena, aun­que sea como en mi caso, sin lle­gar a con­se­guir­lo, es que rezu­ma cali­dad, tra­ba­jo y dedi­ca­ción por todos y cada uno de sus párra­fos.

[pullquote1 align=“center” variation=“pearl” textColor=“#a8a8a8” cite=“Fragmento de la car­ta envia­da en 1958 por Hun­ter S. Thom­pson a Jack Scott, direc­tor del Van­cou­ver Sun, soli­ci­tan­do un pues­to de trabajo”]“Puedo tra­ba­jar 25 horas al día si es nece­sa­rio, vivir con un sala­rio razo­na­ble y no me impor­ta ni un comino la segu­ri­dad labo­ral, el poli­ti­queo en la ofi­ci­na o crear­me enemigos”[/pullquote1]

Y pre­ci­sa­men­te esta es una de las cons­tan­tes en la obra de Thom­pson y, por ende, una de las carac­te­rís­ti­cas del “perio­dis­mo gon­zo”, escri­bir y escri­bir has­ta lograr que la his­to­ria, por sí mis­ma, adquie­ra todo el sen­ti­do que se per­si­gue.

El gon­zo no es un perio­dis­mo adje­ti­vo, sino sus­tan­ti­vo. El perio­dis­ta se impli­ca has­ta tal pun­to, que se con­vier­te en par­te acti­va de la his­to­ria que narra y, por tan­to, sufre sus con­se­cuen­cias. Pero esta expe­rien­cia vital no es más que un medio para lograr trans­mi­tir lo que el perio­dis­ta desea, algo que que­da muy por enci­ma de la pro­pia his­to­ria: una idea, un con­cep­to.

Aun­que los hechos acae­ci­dos entorno a aquel pri­mer sába­do del mes de mayo de 1970 hubie­ran sido otros, Hun­ter S. Thom­pson, con la mis­ma habi­li­dad, hubie­ra pro­vo­ca­do en noso­tros un con­jun­to de imá­ge­nes y sen­sa­cio­nes capa­ces de trans­mi­tir el mis­mo con­cep­to: “deca­den­cia y depra­va­ción de la socie­dad nor­te­ame­ri­ca­na en gene­ral y de la sure­ña muy par­ti­cu­lar­men­te”. Por­que, como ya ha que­da­do cla­ro, Scan­la­n’s Monthly era una revis­ta sen­sa­cio­na­lis­ta y extre­ma­da­men­te crí­ti­ca, y Hun­ter S. Thom­pson se tras­la­dó a Louis­vi­lle, su ciu­dad natal, con el obje­ti­vo pre­me­di­ta­do -“la idea”- de mos­trar al mun­do una reali­dad social deca­den­te y depra­va­da entorno a la carre­ra de caba­llos más impor­tan­te del con­ti­nen­te ame­ri­cano; uno de los acon­te­ci­mien­tos depor­ti­vos más emble­má­ti­cos de los Esta­dos Uni­dos, que vene­ran millo­nes de nor­te­ame­ri­ca­nos, como el pro­pio Hun­ter S. Thom­pson dejó magis­tral­men­te retra­ta­do, a tra­vés de la figu­ra de “Jim­bo”.

Pero no debe­mos caer, como muchos, en la ten­ta­ción de creer que esta for­ma de hacer perio­dis­mo mez­cla fic­ción y reali­dad o que impor­tan más las sen­sa­cio­nes del redac­tor, que los hechos obje­ti­vos. Todo lo con­tra­rio, exis­te una reali­dad cons­ta­ta­ble y obje­ti­va que el perio­dis­ta va a evi­den­ciar, pero no de cual­quier mane­ra, no se va a limi­tar a enu­me­rar una serie de hechos y luga­res; a tra­vés de la his­to­ria vivi­da, va a impli­car al lec­tor para que éste pue­da lle­gar a sen­tir­la con inten­si­dad y, si para ello debe sobre­pa­sar algún lími­te de la reali­dad, en bene­fi­cio de la pro­pia reali­dad, lo hará. De esta mane­ra, cuan­do Ralph Stead­man, cons­ta­ta que ese icono de deca­den­cia y depra­va­ción que lle­va­ban todo el fin de sema­na bus­can­do, eran ellos mis­mos, Hun­ter S. Thom­pson podría haber­se limi­ta­do a escri­bir, “le hubie­se mata­do”, pero de esta mane­ra no habría con­se­gui­do trans­mi­tir el cata­clis­mo inte­rior que estas pala­bras pro­du­je­ron en él. Que haya per­so­nas inca­pa­ces de dis­cer­nir fic­ción de reali­dad, segu­ra­men­te las habrá. Des­de lue­go, no se pue­de escri­bir para todo el mun­do y supon­go que cuan­do se desea huir de la medio­cri­dad, se debe asu­mir que se per­de­rán algu­nos lec­to­res por la base.

[pullquote1 align=“center” variation=“pearl” textColor=“#a8a8a8” cite=“Fragmento de la car­ta envia­da en 1958 por Hun­ter S. Thom­pson a Jack Scott, direc­tor del Van­cou­ver Sun, soli­ci­tan­do un pues­to de trabajo”]“Por lo que a mí res­pec­ta, es una mal­di­ta ver­güen­za que un cam­po tan poten­cial­men­te diná­mi­co y vital como el perio­dis­mo esté inva­di­do de estú­pi­dos, vagos y chu­pa­tin­tas, diri­gi­dos des­de la mio­pía, la apá­ti­ca y la com­pla­cen­cia, y que, por lo gene­ral viven estan­ca­dos en la medio­cri­dad. Si esta es la cla­se de per­so­nas que quie­re man­te­ner lejos de “The Sun”, enton­ces creo que me gus­ta­ría tra­ba­jar para usted”[/pullquote1]

Insis­to, pre­ten­der que este artícu­lo es obra de la casua­li­dad, una serie de notas orde­na­das al azar, es evi­den­ciar que ni tan siquie­ra se ha leí­do. Si es cier­to, que Hun­ter S. Thom­pson se vale de dife­ren­tes téc­ni­cas para mane­jar las sen­sa­cio­nes: una inter­pre­ta­ción crí­ti­ca car­ga­da de sar­cas­mo de unas decla­ra­cio­nes de Nixon, las ame­na­zas de los Pan­te­ras Negras, noti­cias y bole­ti­nes infor­ma­ti­vos …, de esta mane­ra insi­núa al lec­tor los gra­ves con­flic­tos polí­ti­cos, eco­nó­mi­cos y socia­les por los que atra­vie­sa el país. Así, Hun­ter S. Thom­pson uti­li­za sus ano­ta­cio­nes de for­ma pun­tual, inco­ne­xa y des­or­ga­ni­za­da, para per­mi­tir al lec­tor adi­vi­nar a que gra­do de deca­den­cia y depra­va­ción les con­du­je­ron los acon­te­ci­mien­tos que se suce­die­ron duran­te aquel fin de sema­na.

Sin más preám­bu­los, les dejo un enla­ce a una tra­duc­ción de aquel artícu­lo que dio ori­gen a lo que se dio en lla­mar perio­dis­mo gon­zo: “El Derby de Ken­tucky es deca­den­te y depra­va­do”. Juz­guen uste­des por sí mis­mos.

Simón de María
Redac­tor