El turismo tiene que ganar la batalla al terrorismo

El turismo tiene que ganar la batalla al terrorismo

Por Enri­que San­cho Bla­nes

Enrique_SanchoCada día mue­ren más de 3.500 per­so­nas en el mun­do por acci­den­tes de trá­fi­co (1,3 millo­nes al año, que lle­ga­rán a más de 2 millo­nes en 2030) y, sin embar­go, cada día nos mon­ta­mos sin mie­do al coche, no siem­pre en bue­nas con­di­cio­nes (alcohol, can­san­cio, sue­ño, estrés…) y sin saber cómo va el que con­du­ce en la otra direc­ción. Cada día hay 102.465 vue­los y cada año 2.790 millo­nes de pasa­je­ros uti­li­zan un avión, pero nos sigue cau­san­do res­pe­to hacer­lo, no vaya a ser que… Según la OMT (Orga­ni­za­ción Mun­dial de Turis­mo) en 2014 se con­si­guió la cifra récord de 1.138 millo­nes de turis­tas inter­na­cio­na­les que cru­za­ron algu­na fron­te­ra en sus via­jes de pla­cer.

En las últi­mas sema­nas varios ata­ques terro­ris­tas en Tur­quía, Egip­to, París y Mali han cau­sa­do más de 550 muer­tos. Estos aten­ta­dos se unen a los que ha habi­do en 2015 en Túnez, Líbano, Ara­bia Sau­dí, Yemen, Tai­lan­dia y Afga­nis­tán. Más de 750 muer­tos. Aun­que muchos han sido indis­cri­mi­na­dos, en varios casos las víc­ti­mas han sido turis­tas, por­que el turis­mo es una de las bases esen­cia­les de ingre­sos de la mayo­ría de los paí­ses y si se debi­li­ta el turis­mo, se crea más paro y se empo­bre­ce a la pobla­ción. Y una pobla­ción empo­bre­ci­da es un buen cal­do de cul­ti­vo para implan­tar sus ideas radi­ca­les.

El obje­ti­vo de los ase­si­nos es, sin duda, ase­si­nar. Pero un obje­ti­vo de lar­go alcan­ce es sem­brar el terror en la pobla­ción, con­se­guir publi­ci­dad de sus actos, lograr que la gen­te evi­te esos des­ti­nos… Y si los que ama­mos via­jar, hacer que “el turis­mo sea el mejor vehícu­lo para la paz”, como dijo Juan Pablo II, nos ame­dren­ta­mos, cam­bia­mos los pla­nes de via­je o nos que­da­mos en casa, de algu­na for­ma esta­mos sien­do cóm­pli­ces del obje­ti­vo de los terro­ris­tas.

Los aten­ta­dos de París del 13 de noviem­bre mos­tra­ron dos acti­tu­des ejem­pla­res de los pari­si­nos. Por un lado, apo­yo a su pro­pio país y la soli­da­ri­dad con las víc­ti­mas, can­tan­do La Mar­se­lle­sa y colo­can­do velas y flo­res como home­na­je a ellas; por otro, salien­do al día siguien­te a las calles, cenan­do en terra­zas y res­tau­ran­tes, visi­tan­do dis­co­te­cas y audi­to­rios… Tra­tan­do de hacer una vida nor­mal, aun­que su men­te y su cora­zón les pidie­se otra cosa. Tam­bién reci­bie­ron el apo­yo con miles de minu­tos de silen­cio en todo el mun­do o con imá­ge­nes como la de la gran pirá­mi­de de Keops en Giza, cubier­ta por las ban­de­ras pro­yec­ta­das de Líbano, Rusia, Egip­to y Fran­cia, en memo­ria de las víc­ti­mas de aten­ta­dos terro­ris­tas.

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Gran­des ciu­da­des turís­ti­cas como Nue­va York, Lon­dres, Madrid, Mos­cú y, una vez más, París, han sufri­do ata­ques terro­ris­tas de dis­tin­to tipo. Sin embar­go, Nue­va York habrá reci­bi­do a final de 2015, 55 millo­nes de turis­tas; Lon­dres supe­ra­rá los 18 millo­nes de turis­tas; París y su región se acer­ca a los 35 millo­nes de visi­tan­tes; Mos­cú y Madrid, a cier­ta dis­tan­cia, están tam­bién entre los des­ti­nos turís­ti­cos más popu­la­res.

Está cla­ro que el turis­mo a par­tir de aho­ra debe­rá tener muy pre­sen­te la segu­ri­dad, inver­tir en ella y tal vez hacer un poco más incó­mo­do el via­je. Pero todo en su jus­ta medi­da. Se esti­ma que Esta­dos Uni­dos per­dió 600.000 millo­nes de dóla­res de ingre­sos por turis­mo en diez años tras los aten­ta­dos del 11 de sep­tiem­bre, sobre todo por­que el Depar­ta­men­to de Esta­do esta­ba tra­tan­do a todo el mun­do como si fue­ran terro­ris­tas. Uno de sus gran­des pre­si­den­tes y padre de la Cons­ti­tu­ción esta­dou­ni­den­se, Ben­ja­mín Fran­klin, dijo: “Cual­quier socie­dad que renun­cie a un poco de liber­tad para ganar un poco de segu­ri­dad no mere­ce nin­gu­na de las dos cosas”.

Por eso, entre otras cosas, no se pue­de renun­ciar a la liber­tad de via­jar a cual­quier des­tino por­que, teó­ri­ca­men­te, pue­da ser más inse­gu­ro. Como demues­tra la dura reali­dad, y recor­da­ba recien­te­men­te Taleb Rifai, Secre­ta­rio Gene­ral de la OMT: “Nin­gún país es inmu­ne o total­men­te segu­ro”. Los polí­ti­cos y los mili­ta­res deben tomar las medi­das opor­tu­nas para com­ba­tir este tipo de terro­ris­mo y cual­quier otro, usan­do avio­nes, dro­nes o tro­pas, mejo­ran­do la segu­ri­dad y cola­bo­ra­ción, aumen­tan­do la pre­ven­ción, com­ba­tien­do las vías de finan­cia­ción y trá­fi­co de armas a las orga­ni­za­cio­nes terro­ris­tas… Pero los via­je­ros, ¿qué pode­mos hacer? Obvia­men­te, seguir via­jan­do. Asu­mir que un posi­ble ata­que terro­ris­ta se suma a otros ries­gos del via­je: acci­den­tes, enfer­me­da­des, robos, esta­fas…

Un país tran­qui­lo y aco­ge­dor

tunez sousse2Aca­bo de regre­sar de Túnez, don­de hemos via­ja­do un gru­po de perio­dis­tas para cono­cer su reali­dad actual y valo­rar sus muchos recur­sos turís­ti­cos. Hemos encon­tra­do un país ama­ble y aco­ge­dor, tran­qui­lo y segu­ro, libre y con­fia­do en el futu­ro. Pero tam­bién hemos vis­to un país casi sin turis­tas, con la mayo­ría de los hote­les vacíos, con muchas de sus atrac­cio­nes soli­ta­rias, con las tien­das y los mer­ca­di­llos sin clien­tes… Inclu­so las tien­das de los tune­ci­nos: mue­bles, tra­jes de boda, comi­das, jugue­tes… están tam­bién vacías. No hay temor, pero tam­po­co hay opti­mis­mo. En los pues­tos para turis­tas tra­tan de ven­der su rica arte­sa­nía no por­que sea “bue­na y bara­ta”, “mejor que en Ando­rra o el Cor­te Inglés”, como solían decir, sino, sim­ple­men­te, para poder lle­var comi­da a casa.

Creo que la res­pues­ta del turis­mo mun­dial ha sido des­pro­por­cio­na­da hacia este país. Es cier­to que este año sufrió dos aten­ta­dos: uno, el 18 de mar­zo, en el museo del Bar­do, aun­que el ata­que iba diri­gi­do al vecino Par­la­men­to, don­de en esos momen­tos se deba­tía una ley sobre isla­mis­mo, y tras ser recha­za­dos se refu­gia­ron en el Bar­do, matan­do a 19 turis­tas extran­je­ros –dos de ellos espa­ño­les– y tres tune­ci­nos. Pero Túnez se recu­pe­ró pron­to del ata­que y el turis­mo regre­só al comien­zo del verano. El segun­do ata­que, indis­cri­mi­na­do y direc­ta­men­te con­tra turis­tas, ocu­rrió el 26 de junio en el hotel Impe­rial Marha­ba, de la cade­na espa­ño­la Riu, en Port Kan­taoui, en Sous­sa. Murie­ron 38 per­so­nas. Y des­de enton­ces Túnez no levan­ta cabe­za.

Este país, el úni­co que pue­de con­si­de­rar­se ven­ce­dor de la “pri­ma­ve­ra ára­be”, cuyos artí­fi­ces de la con­cor­dia aca­ban de reci­bir el Pre­mio Nobel de la Paz, que sigue luchan­do con­tra la corrup­ción, que ha dado liber­ta­des insó­li­tas en otros paí­ses ára­bes a las muje­res, que ha repri­mi­do las pré­di­cas radi­ca­les de cier­tos ima­nes en las mez­qui­tas, que ofre­ce liber­tad de cul­to, que cons­tru­ye una barre­ra en sus fron­te­ra con Libia para impe­dir la entra­da de radi­ca­les, que está hacien­do gran­des inver­sio­nes en segu­ri­dad… no se mere­ce el ais­la­mien­to a que le some­te la comu­ni­dad turís­ti­ca inter­na­cio­nal. Quie­nes ama­mos el turis­mo, quie­nes ama­mos la liber­tad, debe­mos demos­trar que los actos de unos faná­ti­cos no pue­den hacer­nos cam­biar. Es aho­ra el momen­to de mos­trar nues­tra soli­da­ri­dad con un país que bus­ca la paz, que recha­za la vio­len­cia y que tie­ne mucho que ofre­cer a sus visi­tan­tes. Túnez fue el país que ini­ció la pri­ma­ve­ra ára­be en diciem­bre de 2010 y que aho­ra está en pleno pro­ce­so de con­so­li­da­ción demo­crá­ti­ca y de recu­pe­ra­ción turís­ti­ca con un aumen­to en 2014 del 6,6% res­pec­to al año ante­rior, has­ta lle­gar a los 6,4 millo­nes de turis­tas y unos 1.500 millo­nes de euros de ingre­sos. Sin duda Túnez es hoy un país más segu­ro que hace unos meses.

Múl­ti­ples atrac­ti­vos

Y aun­que las tien­das de arte­sa­nía estén tris­tes en Sidi Bou Said, este es un lugar don­de el mun­do pare­ce haber des­apa­re­ci­do, el fir­ma­men­to está más cer­ca aupa­do sobre un acan­ti­la­do ver­ti­cal de 140 metros, inclu­so la sin­fo­nía de colo­res azul y blan­co que inun­dan toda la ciu­dad pare­cen repro­du­cir los de ese cie­lo impo­lu­to que se aca­ri­cia con la pun­ta de los dedos. Es ver­dad que en el museo del Bar­do, don­de más de mil mara­vi­llo­sos mosai­cos lle­nan sus pare­des y sue­los, tam­bién pue­den ver­se los impac­tos de las balas en algu­nas vitri­nas, pero no por eso hay que desis­tir de visi­tar esta joya de la capi­tal.

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[ima­ge caption=“Sidi Bou Said”]https://prcomunicacion.com/prnoticias/wp-content/uploads/sites/2/2015/12/tunez-Sidi-Bou-Said.jpg[/image]
[ima­ge caption=“Cartago”]https://prcomunicacion.com/prnoticias/wp-content/uploads/sites/2/2015/12/tunez-cartago.jpg[/image]
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Ahí están tam­bién los res­tos de la anti­gua Car­ta­go, la roma­ni­za­da, ya que la car­ta­gi­ne­sa, como se recor­da­rá por los manua­les de his­to­ria, fue total­men­te arra­sa­da y cubier­ta de sal por un egre­gio miem­bro de la fami­lia patri­cia de los Esci­pión tras la ter­ce­ra gue­rra púni­ca. Aun­que no que­da gran cosa, el lugar ha mere­ci­do for­mar par­te del Patri­mo­nio de la Huma­ni­dad. Y siguien­do con los res­tos roma­nos, más al sur está el anfi­tea­tro de El Jem, el ter­ce­ro mayor del mun­do con capa­ci­dad para 30.000 espec­ta­do­res, o el acue­duc­to de Zaghouan que trans­por­ta­ba el agua duran­te 124 kiló­me­tros has­ta Car­ta­go.

Túnez tam­bién ofre­ce inme­jo­ra­bles pla­yas, como las de Ham­ma­met, a pocos kiló­me­tros al sur de Túnez capi­tal, don­de mar, cie­lo, sol, pal­me­ras y naran­jos com­bi­nan sus encan­tos para recrear la ima­gen que muchos tie­nen hoy en día del des­tino ideal para las vaca­cio­nes. Y a un paso está Sous­se, que en prin­ci­pio pare­ce una pro­lon­ga­ción de lo ante­rior, con sus pla­yas dora­das y lim­pias, con sus moder­nos hote­les, con sus amplios paseos… Pero den­tro de Sous­se hay otra Sous­se, la anti­gua, la vie­ja medi­na enca­ra­ma­da a un mon­tícu­lo que se aso­ma al mar. O Monas­tir, ciu­dad natal de Habib Bourghi­ba, el crea­dor del nue­vo Túnez, con su gran mez­qui­ta y su impre­sio­nan­te ribat, mitad monas­te­rio, mitad for­ta­le­za que hoy se aso­ma al puer­to depor­ti­vo.

Y, cla­ro, la visi­ta a Túnez no es com­ple­ta sin su desier­to, don­de cual­quier espe­jis­mo se con­vier­te en reali­dad. En medio de los enor­mes are­na­les que esbo­zan el comien­zo del gran Saha­ra sur­gen vas­tas plan­ta­cio­nes de pal­me­ras cua­ja­das de dáti­les; tablas de surf vue­lan sobre el espe­jo que for­ma un gran lago… sin agua; millo­nes de estre­llas ilu­mi­nan un pue­blo desier­to que cele­bra una cena bedui­na entre miles de velas; anti­guas for­ta­le­zas y vivien­das tro­glo­di­tas per­di­das en la are­na sir­ven de esce­na­rio para his­to­rias futu­ris­tas… Nin­gún espe­jis­mo es capaz de gene­rar tan­tas efí­me­ras belle­zas como la pura reali­dad que pue­de con­tem­plar­se en la zona más pro­fun­da de Túnez, allá don­de las inmen­sas are­nas silue­tean el mayor desier­to del mun­do, que con sus nue­ve millo­nes de kiló­me­tros cua­dra­dos es com­par­ti­do por once paí­ses afri­ca­nos.

Túnez, un país al que hay que vol­ver, aun­que sólo sea por lle­var la con­tra­ria a los extre­mis­tas. Un país que hay que amar.

Enri­que San­cho Bla­nes

Direc­tor de OPEN COMU­NI­CA­CIÓN, agen­cia espe­cia­li­za­da en turis­mo
Perio­dis­ta con cola­bo­ra­cio­nes en dece­nas de medios
https://www.linkedin.com/pub/dir/Enrique/Sancho