La humanidad parece haber entrado en una nueva fase histórica definida por la contradicción permanente. Ipsos, la firma referente global en investigación de mercado, ha presentado la actualización de su informe insignia, Global Trends, definiendo el ciclo actual bajo un concepto contundente: “La Década Inquieta”.
El estudio, una detallada radiografía basada en encuestas a más de 33.000 personas en 43 países, confirma que la incertidumbre ha dejado de ser un estado transitorio para convertirse en el nuevo punto de equilibrio. La edición 2025 del informe identifica fuerzas estructurales en tensión que están redefiniendo la vida social, económica y cultural: desde la fragmentación del consenso global y la ambivalencia frente al avance acelerado de la inteligencia artificial (IA), hasta el retorno de lógicas tradicionales y la crisis de confianza en las instituciones.
Para Martín Tanzariello, gerente de Marketing y Comunicación de Ipsos Argentina, la clave para entender este momento reside en la contradicción: “Estamos frente a una década marcada por paradojas. Las personas buscan estabilidad, pero perciben mayor desconexión; valoran la innovación, pero temen su impacto; demandan progreso, pero se aferran a certezas del pasado. Global Trends permite comprender estas tensiones y anticipar cómo evolucionarán valores, percepciones y comportamientos en los próximos años”.
La fractura social: Globalización vs. Repliegue Local
La primera gran tendencia que desvela el informe es la fragmentación de las sociedades. El mundo se debate entre la apertura y el proteccionismo. Si bien un 64% de los encuestados a nivel global continúa valorando la globalización como un fenómeno positivo, la realidad del consumo y la política muestra un repliegue: el 70% prefiere activamente productos nacionales.
Esta tensión se ve agravada por una percepción aguda de la desigualdad. Un abrumador 78% de la población mundial considera que las grandes diferencias de ingresos son perjudiciales para la cohesión social, una cifra que cobra relevancia en un contexto donde las grandes fortunas crecieron tres veces más rápido que el año anterior. A esto se suma el factor migratorio como punto de fricción: el 65% sostiene que “hay demasiados inmigrantes en mi país”, un registro que ha aumentado cinco puntos en tan solo un año, alimentando la percepción de un sistema económico diseñado para favorecer a los sectores más poderosos (71%).
La dualidad tecnológica: Entre la maravilla y amenaza
La tecnología se presenta como el segundo eje de conflicto. Existe un consenso sobre su inevitabilidad: el 71% considera que será clave para resolver los desafíos del futuro y el 72% admite no poder imaginar su vida sin internet. Sin embargo, esta dependencia convive con un miedo profundo. El 56% de los encuestados cree que el progreso tecnológico está destruyendo aspectos esenciales de la vida cotidiana.
La privacidad se aparece como una preocupación mayoritaria, alcanzando al 74% de usuarios en alerta por el uso de sus datos personales. Respecto a la inteligencia artificial, la opinión pública se muestra fracturada geográficamente: mientras en Asia predominan las visiones optimistas, en Occidente el escepticismo es alto; en Estados Unidos, por ejemplo, solo el 39% tiene una visión positiva de la IA.
Nostalgia estructural y la crisis de confianza
Quizás el hallazgo más sorprendente del estudio es el auge de la “nostalgia estructural”. Ante la incertidumbre, el futuro deja de ser una promesa para convertirse en una amenaza, provocando que el 61% de las personas desee que su país “fuera como solía ser”, un indicador que ha crecido sostenidamente desde la pandemia.
Este deseo de retorno al pasado coexiste, paradójicamente, con avances progresistas en lo social, lo que dificulta la construcción de consensos amplios. En este escenario de polarización, el vínculo con las instituciones tradicionales se debilita dramáticamente: el 56% cree que “el sistema está roto”.
En contrapartida, este vacío de liderazgo institucional abre una oportunidad inédita para el sector privado. La desconfianza en los gobiernos contrasta con expectativas crecientes hacia las marcas comerciales. El consumidor actual vota con su cartera: el 67% prefiere comprar productos alineados con sus valores y un notable 81% espera que las compañías apoyen causas relevantes sin dejar de ser rentables. Además, ante la automatización masiva, el 75% demanda servicios más empáticos y humanos.
Argentina: Un espejo de las tensiones globales
El informe de Ipsos dedica un apartado especial a Argentina, país que expresa con nitidez estas tensiones globales. En el ámbito social, la percepción de injusticia es elevada: 7 de cada 10 argentinos creen que la economía favorece a los ricos y el 75% afirma que las desigualdades dañan a la sociedad.
En tecnología, Argentina combina entusiasmo y cautela. Aunque el 70% cree que la tecnología es necesaria, 8 de cada 10 desconfían del uso que se da a sus datos. La nostalgia también está presente, con un 52% que añora el pasado del país. Pero es en la relación con las marcas donde el consumidor argentino se muestra más exigente: el 56% busca activamente marcas que reflejen sus valores personales y 8 de cada 10 perciben que el servicio al cliente se ha vuelto demasiado impersonal.
Tanzariello concluye con una reflexión sobre el imperativo para las organizaciones en este contexto volátil: “Argentina refleja de manera concentrada las tensiones de esta década. Se combinan expectativas de progreso, preocupaciones sociales profundas y una demanda clara hacia marcas e instituciones: actuar con coherencia, transparencia y un sentido humano real. En este contexto, comprender los valores y motivaciones de las personas se vuelve imprescindible para construir confianza sostenible”.