El "Monopoly de las desigualdades" busca cambiar las reglas de la sociedad

El "Monopoly de las desigualdades" busca cambiar las reglas de la sociedad

El Obser­va­to­rio de las Des­igual­da­des fran­cés y la agen­cia Here­zie han teni­do la ini­cia­ti­va de rein­ter­pre­tar el clá­si­co Mono­poly para con­cien­ciar sobre la fal­ta de igual­dad y la dis­cri­mi­na­ción. El Mono­poly of Inequa­li­ties (Mono­poly de las Des­igual­da­des al tra­du­cir­lo) con­sis­te en una exten­sión del repre­sen­ta­ti­vo jue­go de mesa, pero con un énfa­sis edu­ca­ti­vo.

En 2017, la orga­ni­za­ción ya lan­zó una refle­xión sobre el tema de las des­igual­da­des en Fran­cia. En él, un gru­po de niños juga­ba una par­ti­da de Mono­poly con reglas adap­ta­das para hacer ver la reali­dad de la socie­dad actual. La pie­za audio­vi­sual gene­ró más de 30 millo­nes de visua­li­za­cio­nes en Face­book.

De ahí sur­gió la idea de crear un jue­go acce­si­ble para todos, ins­pi­ra­do en las reglas del Mono­poly. La pro­lon­ga­ción Mono­poly de las Des­igual­da­des com­ple­ta el table­ro clá­si­co, que no vie­ne inclui­do. Las reglas ori­gi­na­les se han adap­ta­do para refle­jar las des­igual­da­des de la socie­dad.

Por ejem­plo, se pue­de ver que las muje­res ganan menos al pasar por la pri­me­ra casi­lla. Por otro lado, algu­nos juga­do­res empe­za­rán la par­ti­da con un patri­mo­nio de casas, mien­tras que otros sola­men­te podrán jugar con un dado.

A dife­ren­cia del jue­go tra­di­cio­nal, los juga­do­res no reci­ben el mis­mo tra­to. Cada uno debe poner­se en la piel del per­so­na­je, repar­ti­do al prin­ci­pio. Con­for­me avan­za la par­ti­da, se va dan­do cuen­ta, a tra­vés de las nor­mas y las car­tas, de las injus­ti­cias que expe­ri­men­ta en fun­ción de sus carac­te­rís­ti­cas. Cada una de las reglas, por supues­to, se jus­ti­fi­ca con datos que per­mi­ten obje­ti­var las dis­cu­sio­nes.

Este Mono­poly espe­cial ya se está lle­van­do a dife­ren­tes cen­tros de ense­ñan­za media y secun­da­ria en Fran­cia, pues­to que insis­ten en que favo­re­ce el desa­rro­llo del espí­ri­tu de tole­ran­cia y en que fomen­ta la empa­tía entre los alum­nos y la socie­dad.

El jue­go pre­ten­de cam­biar las men­ta­li­da­des y los pre­jui­cios y recha­zar la estig­ma­ti­za­ción. Apar­te, ani­ma a cues­tio­nar­se el éxi­to fren­te a sus pro­pias barre­ras, que no es nece­sa­ria­men­te sinó­ni­mo de rique­za.

En reali­dad, no se tra­ta de un jue­go, sino que for­ma par­te de un taller edu­ca­ti­vo de dos horas. Inclu­ye un deba­te de hora y media y se pue­de uti­li­zar a par­tir de los 11 años. Este tiem­po de dis­cu­sión e inter­cam­bio res­pon­de a las reac­cio­nes de los juga­do­res a su expe­rien­cia de jue­go, y les invi­ta a refle­xio­nar sobre cómo, indi­vi­dual o colec­ti­va­men­te, pue­den supe­rar los obs­tácu­los y cam­biar las reglas de la socie­dad.