Por Farid Adly.
Al Jazeera es un caso único de libertad de información televisiva en el mundo árabe, la estación de televisión por satélite del pequeño emirato de Qatar, una empresa que compite con las poderosas televisoras de los países industrializados. Su estructura es pequeña, pero ha logrado rebasar las fronteras del minúsculo emirato (donde, de todos modos, se lee más que en Italia ya que en Qatar se distribuyen 143 diarios por cada mil habitantes, mientras que en Italia son sólo 104).
Después de las transmisiones de los videos de Bin Laden y de los dirigentes de Al Qaeda, Al Jazeera pasó a estar en el centro de la controversia internacional mediática y política. En el gobierno de Estados Unidos hay quienes piden su clausura. Según el diario libanés Al Safir, detrás de las presiones del Departamento de Estado de Estados Unidos hay presiones ejercidas por países árabes, sobre todo Arabia Saudita y Kuwait, que no aceptan que sus ciudadanos puedan obtener información completa y sin censura.
En la mayor parte de los países árabes los medios de información son propiedad del Estado y están sujetos a la censura. Son pocos los países en los que la libertad de expresión está garantizada, como por ejemplo, en el Líbano. Y aun en estos casos la puesta en marcha de una estación de radio, un diario o una televisora no está al alcance de los ciudadanos o de sus agrupaciones políticas o culturales. En los países del golfo Pérsico la riqueza petrolera ha creado fenómenos del periodismo impreso como Al Sharq al Awsat, un diario que tiene su redacción en Londres e imprime 13 ediciones que distribuye por todo el mundo. Pero una emisora de televisión importante no puede ser aceptada por los regímenes como el de Arabia Saudita o el de Kuwait.
Las televisoras estatales árabes ofrecen un producto pésimo. Los noticieros o telediarios y los programas de análisis político son oficialistas, censurados, aburridos e incompletos. Los programas de entretenimiento son aún peores y, en consecuencia, la audiencia es bajísima. Las redes privadas vía satélite que tienen su sede en Europa o en el golfo han venido a llenar este vacío. Al Jazeera, en particular, tuvo la osadía de abrir sus micrófonos en vivo y sin censura a los telespectadores para que opinasen sobre temas políticos candentes. Uno de sus méritos fue de llevar la intifada palestina a todos los hogares árabes movilizando así la solidaridad de la opinión pública, pero también fue la primera televisión árabe que entrevistó a líderes de Israel en vivo.
El director general de la emisora, Mohammed Jassem el Alí, rechaza la acusación de ser el portavoz de Bin Laden. “Quien nos acusa sufre un déficit de democracia. Tenemos un corresponsal en Kabul pero también tres en Estados Unidos. Quien observe seriamente nuestras transmisiones sabe que nosotros le damos voz a todos y de forma equitativa y no casamos con ninguna tesis”. Y luego agrega con una mezcla de sarcasmo y orgullo: “Estamos en Kabul hace tres años con nuestro corresponsal Tayssir Alluni. Otros no quisieron invertir sus esfuerzos en la situación afgana: ahora estamos recogiendo el fruto de este esfuerzo”.
No es la primera vez que Al Jazeera está en el centro de presiones diplomáticas. En el pasado muchos países árabes amenazaron con romper relaciones diplomáticas con el minúsculo emirato a causa de la transmisión de entrevista con líderes de la oposición. Ante esas críticas el emir de Qatar respondió que su país ha escogido la vía correcta, aquella reivindicada incluso por la declaración de los derechos de los Estados Unidos de 1791, y que a él le parece que nadie jamás pidió la clausura de la CNN cuando ésta entrevisto a Sadam Hussein durante la Guerra del Golfo.
La redacción de la televisora Al Jazeera está compuesta por periodistas de muchos países árabes y su producto tiene un sabor interárabe que toca las sensibilidades nacionales de todos los pueblos de la región, sin barreras de dialectos. Todos estos elementos han permitido darle penetración a esta pequeña y valiente redacción.
Según un estudio de la Universidad de El Cairo, no hay una casa árabe con antena parabólica que no siga las transmisiones de Al Jazeera. Es verdad, quien construyó esta televisión obtiene ganancias, sobre todo si tenemos en cuenta que los derechos de retrasmisión de los contenidos originados en Kabul cuestan 20 mil dólares por minuto.