Clientes, Clientes y Clientes, o cómo no perder la cabeza por vender

IOMar­ke­ting nos ha envia­do un comu­ni­ca­do de pren­sa masi­vo con un artícu­lo de Car­los Cas­tro Blanch, sobre la impor­tan­cia de no per­der de vis­tas otros obje­ti­vos de nego­cios que no sean sólo el de ven­der. El autor desa­rro­lla una refle­xión sobre cómo eli­mi­nar e inver­tir, que según el sería la cal­ve para no per­der el rum­bo.

Por Car­los Cas­tro Blanch, Socio-Fun­da­dor de IOMar­ke­ting

Todo peque­ño empre­sa­rio tie­ne en su cabe­za un obje­ti­vo: ven­der. Un obje­ti­vo alre­de­dor del que se cons­tru­yen todos los ele­men­tos de una empre­sa: finan­cie­ro, admi­nis­tra­ción, aten­ción al clien­te, mar­ke­ting… has­ta pro­duc­ción.

Por­que el obje­ti­vo últi­mo de toda empre­sa no es ni pro­du­cir, ni dar ser­vi­cio, sino ven­der. Y este obje­ti­vo a veces nos nubla la vis­ta, hacién­do­nos per­der el foco y empu­ján­do­nos a cen­trar­nos  solo en el acto de la ven­ta; olvi­dan­do que el res­to de accio­nes son igual de impor­tan­tes o más para exten­der en el tiem­po este pro­ce­so de ven­der, per­mi­tien­do que la empre­sa per­du­re, sobre todo en tiem­pos tan con­fu­sos como los que vivi­mos y en los que la cer­ti­dum­bre es un artícu­lo de lujo.

Pero, enton­ces, ¿debe­mos de olvi­dar­nos de la ven­ta y cen­trar­nos en otros pro­ce­sos? ¿Cuál es la par­te más impor­tan­te de una empre­sa y la que mere­ce más nues­tra aten­ción? En este caso no se tra­ta de nin­gún aspec­to en con­cre­to, sino de un todo: al igual que un coche nece­si­ta tan­to del motor como de la trans­mi­sión, de la sus­pen­sión y de las rue­das para mover­se y lle­var­nos allí don­de que­ra­mos ir, en el mun­do de la empre­sa no pode­mos enten­der un depar­ta­men­to sin el otro.

En tiem­pos de cri­sis, cuan­do las ven­tas bajan y el mar­gen entre ingre­sos y gas­tos se empie­za a acor­tar, el pri­mer recur­so, y el úni­co toma­do por muchas empre­sas, es el de recor­tar gas­tos y enfo­car los pocos recur­sos que tie­nen hacia el depar­ta­men­to comer­cial. Hacer esto es sol­ven­tar un pro­ble­ma a cor­to pla­zo, ya que es posi­ble que con­si­ga­mos subir las ven­tas, pero por con­tra crea­re­mos un pro­ble­ma más serio a lar­go pla­zo: las estruc­tu­ras que man­tie­nen actual­men­te a nues­tros clien­tes se verán debi­li­ta­das y, en con­se­cuen­cia, la pér­di­da de clien­tes se verá incre­men­ta­da.  Ade­más debe­mos tener en cuen­ta que, segu­ra­men­te, la com­pe­ten­cia habrá hecho, al igual que noso­tros, espe­cial hin­ca­pié en el área comer­cial.

Enton­ces, ¿qué debe­mos de hacer? ¿Cuál ha de ser nues­tra mane­ra de pro­ce­der? La res­pues­ta está en dos pala­bras: eli­mi­nar e inver­tir. Eli­mi­nar gas­tos super­fluos que no apor­ten valor ni al ser­vi­cio ni al clien­te; gas­tos que aún eli­mi­nán­do­los no mer­men la cali­dad del ser­vi­cio. Inver­tir en cap­ta­ción de clien­tes y, sobre todo, en fide­li­za­ción, en man­te­ner a nues­tros clien­tes actua­les, los gran­des olvi­da­dos en épo­cas de cri­sis: No solo se les pres­ta menos aten­ción por­que el área comer­cial está vol­ca­da en cap­tar nue­vos clien­tes, sino que ade­más, y gra­cias a los recor­tes en la estruc­tu­ra de nues­tra orga­ni­za­ción, con­se­gui­re­mos que per­ci­ban un empeo­ra­mien­to del ser­vi­cio, o, como yo lo lla­mo, “La para­do­ja del café”.

¿En qué con­sis­te la “La para­do­ja del café”? En estos últi­mos años esta­mos vien­do como la cri­sis se está comien­do los már­ge­nes comer­cia­les de muchas empre­sas, en par­ti­cu­lar del sec­tor hos­te­le­ro. Es muy pro­ba­ble que si vas a la cafe­te­ría de toda la vida, don­de has ido todas las maña­nas a tomar­te tu café antes de entrar en el tra­ba­jo, hayas nota­do que la cali­dad del café ha baja­do. Siem­pre que lle­gan épo­cas de cri­sis, don­de los már­ge­nes se ajus­tan y las ven­tas bajan, los hos­te­le­ros han de recor­tar en sus cos­tes, en las mate­rias pri­mas. Y en pro­duc­tos ela­bo­ra­dos, como un menú, es rela­ti­va­men­te fácil escon­der pro­duc­tos de menor cali­dad, ya que son pro­duc­tos ela­bo­ra­dos en los que es más fácil dis­fra­zar los sabo­res. Pero en pro­duc­tos que se sir­ven tal cual, como es el café, la dife­ren­cia se hace mani­fies­ta y se per­ci­be de for­ma direc­ta en el con­su­mi­dor.

De mane­ra que si una cafe­te­ría baja­ra la cali­dad de su comi­da pero no la de sus cafés esta sería per­ci­bi­da como que ha man­te­ni­do la cali­dad en todos sus pro­duc­tos y no solo man­ten­dría clien­tes (los fide­li­za­ría) sino que tam­bién atrae­ría clien­tes de cafe­te­rías cer­ca­nas (cap­ta­ción de clien­tes), ya que el públi­co iría bus­can­do un lugar en el que a igual­dad de pre­cio se le ofre­cie­ra un pro­duc­to mejor.