Cerveza y paciencia protagonizan este simpático spot de Amstel

Cerveza y paciencia protagonizan este simpático spot de Amstel

Todos hemos vivi­do esta situa­ción: un ami­go nos pide que le suje­te­mos su cer­ve­za o cual­quier otra bebi­da, para a con­ti­nua­ción des­apa­re­cer y demo­rar una eter­ni­dad en vol­ver, miem­tras espe­ra­mos fiel­men­te como mue­ble “suje­ta­be­bi­das”.

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Ams­tel uti­li­za esta situa­ción para un spot cuyo últi­mo obje­ti­vo es demos­trar lo fuer­tes que pue­den ser los víncu­los entre ami­gos, cla­ro está, cuan­do hay cer­ve­za de por medio.

El anun­cio, crea­do para el mer­ca­do ruso por la agen­cia 180 Kings­day, lle­va la fir­ma del direc­tor Jus­tin Rear­don, casual­men­te autor de uno de los spots de cer­ve­za más famo­sos de todos los tiem­pos: Whas­sup, para Bud­wei­ser.

Ams­tel ambien­ta su anun­cio en un pub empla­za­do en las inme­dia­cio­nes de un puer­to, don­de un joven le pide a su ami­go que le suje­te su pin­ta de cer­ve­za mien­tras hace una visi­ta al baño. ¿El pro­ble­ma? Que la puer­ta del baño está en reali­dad a bor­do de un bar­co pes­que­ro. Y cuan­do el hom­bre ter­mi­na de vaciar su veji­ga, cons­ta­ta que está en alta mar, don­de se que­da meses y meses a cau­sa de la tras­ta­da del baño.

La nota cómi­ca en el spot la pone el ami­go que se ha que­da­do en tie­rra y que, hacien­do gala de su pro­fun­do sen­ti­do de la amis­tad, con­ti­núa suje­tan­do la cer­ve­za a su cole­ga y ve, resig­na­do, cómo cam­bian las esta­cio­nes fren­te a sus ojos, mien­tras le cre­ce una lar­ga cabe­lle­ra y una hir­su­ta bar­ba aca­ba poblan­do su ros­tro, en tan­to es víc­ti­ma de los pico­ta­zos de unas vora­ces palo­mas.

Los habi­tan­tes de la loca­li­dad don­de el hom­bre resi­de se encar­gan de pro­cu­rar­le cui­da­dos y de ame­ni­zar su espe­ra. Y al final su pacien­cia aca­ba sien­do recom­pen­sa­da, pues­to que des­pués de meses y meses el ami­go per­di­do reapa­re­ce con­ver­ti­do en un cur­ti­do mari­ne­ro que no pue­de evi­tar asom­brar­se de que la cer­ve­za que un día enco­men­da­ra a su leal ami­go con­ti­núe aún aguar­dán­do­le.