Caso práctico: Posibles implicaciones legales de un comunicado de prensa.

Caso práctico: Posibles implicaciones legales de un comunicado de prensa.

Ante­ce­den­tes.

El día 20 de febre­ro de 1994, don M.S.V., en com­pa­ñía de un her­mano y de un ami­go de éste, se vio invo­lu­cra­do en una pelea entre varias per­so­nas en una calle de Valla­do­lid (Espa­ña), como con­se­cuen­cia de la cual una de ellas resul­tó muer­ta por el her­mano de don M.S.V. y otras dos heri­das por su her­mano y el ami­go de éste.

El 26 de febre­ro de 1994, don M.S.V. se pre­sen­tó en la Comi­sa­ría de Poli­cía de Valla­do­lid para infor­mar sobre los hechos. En ese momen­to fue dete­ni­do y se le tomó, para los archi­vos poli­cia­les, una foto espe­cial de cuer­po ente­ro, de pie, delan­te de una pared blan­ca, con los bra­zos exten­di­dos a lo lar­go del cuer­po. Ese mis­mo día fue dete­ni­do el ami­go de su her­mano y, este últi­mo, se entre­gó, de motu pro­pio, unos meses des­pués.

Ese mis­mo día,  el Gabi­ne­te de Pren­sa de la Jefa­tu­ra Supe­rior de Poli­cía de Valla­do­lid envió un comu­ni­ca­do de pren­sa a los medios de infor­ma­ción y a las agen­cias de noti­cias, en la que se pre­ser­vó la iden­ti­dad de los dete­ni­dos refi­rién­do­se a ellos por su nom­bre de pila y las ini­cia­les de sus ape­lli­dos. Pero, al mis­mo tiem­po, se acom­pa­ña­ba la infor­ma­ción con la foto­gra­fía toma­da pocas horas antes a don M.S.V. en las depen­den­cias poli­cia­les.

Al día siguien­te, domin­go 27 de febre­ro de 1994, los perió­di­cos “El Nor­te de Cas­ti­lla” y “El Mun­do de Valla­do­lid” publi­ca­ron, con gran apa­ra­to tipo­grá­fi­co y expre­si­vo, la noti­cia de la deten­ción y las foto­gra­fías entre­ga­das por la poli­cía. “El Mun­do de Valla­do­lid” las publi­có en el cen­tro de su pri­me­ra pla­na; “El Nor­te de Cas­ti­lla”, bajo el siguien­te rótu­lo a toda pla­na: “En pri­sión dos de los ase­si­nos de Raúl”. La agen­cia de noti­cias “EFE” ven­dió a sus clien­tes la foto­gra­fía y algu­nos de los cita­dos perió­di­cos la publi­ca­ron en oca­sio­nes pos­te­rio­res.

Cele­bra­do el corres­pon­dien­te jui­cio, don M.S.V., fue absuel­to de todos los car­gos, sien­do con­de­na­dos su her­mano y el ami­go de éste.

Don M.S.V. pre­sen­tó una recla­ma­ción con­tra el Minis­te­rio del Inte­rior por daños a su honor, inti­mi­dad y pro­pia ima­gen al ampa­ro de la Ley Orgá­ni­ca 1/1982, de 5 de mayo, de pro­tec­ción civil del dere­cho al honor, a la inti­mi­dad per­so­nal y fami­liar y a la pro­pia ima­gen. Con­tra la pre­sun­ta des­es­ti­ma­ción por silen­cio admi­nis­tra­ti­vo de la recla­ma­ción, inter­pu­so recur­so con­ten­cio­so admi­nis­tra­ti­vo, que tam­bién fue des­es­ti­ma­do por Sen­ten­cia de la Sec­ción Pri­me­ra de la Sala de lo Con­ten­cio­so Admi­nis­tra­ti­vo de la Audien­cia Nacio­nal, de 5 de mayo de 2000.

El día 30 de mayo de 2003, don M.S.V., pre­sen­tó un recur­so de ampa­ro ante el  tri­bu­nal  cons­ti­tu­cio­nal con­tra dicha Sen­ten­cia. El fun­da­men­to jurí­di­co de la deman­da de ampa­ro, invo­ca­ba la vul­ne­ra­ción de los dere­chos al honor, a la inti­mi­dad per­so­nal y a la pro­pia ima­gen (art. 18.1 CE ‑Cons­ti­tu­ción Espa­ño­la-).

Dife­ren­tes posi­cio­nes ante unos mis­mos hechos obje­ti­vos:

La Sec­ción Pri­me­ra de la Sala de lo Con­ten­cio­so Admi­nis­tra­ti­vo de la Audien­cia Nacio­nal, decla­ró en su Sen­ten­cia que la entre­ga a los medios de comu­ni­ca­ción de la foto­gra­fía toma­da a don M.S.V. para los archi­vos poli­cia­les, el día en que se pro­du­jo su deten­ción, no vio­ló la reser­va y el secre­to de sus datos per­so­na­les. En con­se­cuen­cia esti­mó que aque­lla actua­ción no había supues­to tam­po­co una intro­mi­sión en su dere­cho fun­da­men­tal al honor, a la inti­mi­dad per­so­nal y a la pro­pia ima­gen.

En con­cre­to se afir­ma en la Sen­ten­cia que con la publi­ca­ción de la foto­gra­fía del deman­dan­te de ampa­ro «se per­se­guían varios resul­ta­dos: 1) tran­qui­li­zar a la opi­nión públi­ca en un hecho de gra­ve con­mo­ción social; 2) trans­mi­tir un men­sa­je de efi­ca­cia poli­cial y 3) hacer saber al hui­do que su cer­co era más estre­cho». Y para jus­ti­fi­car que don M.S.V. debió sopor­tar esa actua­ción admi­nis­tra­ti­va sin nin­gún tipo de resar­ci­mien­to, se con­clu­ye en la Sen­ten­cia que: «Aquí el pro­ce­der fue legí­ti­mo y jus­ti­fi­ca­do y el des­ti­na­ta­rio tenía razo­na­ble­men­te el deber de sopor­tar­lo por­que tam­bién razo­na­ble­men­te y, en aquel momen­to, esta­ba situa­do en una posi­ción que le era cla­ra­men­te des­fa­vo­ra­ble».

A tra­vés de sus repre­sen­tan­tes lega­les, don M.S.V. con­si­de­ró que a la Sala no le impor­tó que no se hubie­se escu­cha­do al dete­ni­do, ni que el órgano com­pe­ten­te no hubie­se dic­ta­do reso­lu­ción razo­na­da antes de difun­dir la foto­gra­fía (arts. 54 y 84 LPC); ambos, requi­si­tos jurí­di­cos de garan­tía de un dere­cho fun­da­men­tal, el dere­cho al honor de don M.S.V. que fue con­si­de­ra­do por la Sala, no como uno de los bie­nes más pre­cia­dos del hom­bre, sino como algo tri­vial e insig­ni­fi­can­te.

Al no haber exis­ti­do reso­lu­ción pre­via, la Sala tuvo que jus­ti­fi­car la difu­sión de la foto­gra­fía supe­di­tan­do el honor, la inti­mi­dad per­so­nal y la pro­pia ima­gen de don M.S.V., a la tran­qui­li­dad de la opi­nión públi­ca, a la ima­gen de efi­ca­cia de la poli­cía y a la opor­tu­ni­dad de ame­dren­tar al hui­do. Obje­ti­vos muy res­pe­ta­bles, pero sin el ran­go de dere­cho fun­da­men­tal y per­fec­ta­men­te alcan­za­bles sin nece­si­dad de tan alto sacri­fi­cio.

En rela­ción con la exi­gen­cia de tener que sopor­tar, sin nin­gún tipo de resar­ci­mien­to, la actua­ción poli­cial, dado que en aquel momen­to se encon­tra­ba en una posi­ción que le era cla­ra­men­te des­fa­vo­ra­ble; don M.S.V. a tra­vés de su repre­sen­ta­ción pro­ce­sal con­si­de­ra que un dete­ni­do está, no sólo bajo vigi­lan­cia poli­cial, sino tam­bién bajo su cui­da­do y, pre­ci­sa­men­te por­que su situa­ción era muy des­fa­vo­ra­ble, se le debe­ría haber pro­te­gi­do, si era pre­ci­so, en lugar de con­tri­buir a aumen­tar su daño, entre­gan­do, sin nin­gún tipo de for­ma­li­dad, su ima­gen a la ver­güen­za públi­ca.

La difu­sión de dicha ima­gen, que no tras­lu­cía lo mejor de su per­so­na, arran­có don M.S.V. de su peque­ño círcu­lo vital ‑fami­lia, ami­gos y trabajo‑, para lan­zar­lo for­za­da­men­te a un ámbi­to mucho más amplio, nacio­nal e, inclu­so, inter­na­cio­nal, a tra­vés de la agen­cia «EFE» y vin­cu­lán­do­lo a hechos des­me­re­ce­do­res de su pres­ti­gio y honor. La úni­ca ima­gen rele­van­te que se con­ser­va­rá de él, no sólo en la memo­ria de la gen­te, sino tam­bién en las heme­ro­te­cas de don­de cual­quie­ra podrá tomar­la y publi­car­la de nue­vo, será la ver­gon­zan­te ima­gen de impli­ca­do en un homi­ci­dio, de pie delan­te de una pared.

El Abo­ga­do del Esta­do acla­ró, en pri­mer lugar, que el caso debía cir­cuns­cri­bir­se al con­te­ni­do de la nota de pren­sa difun­di­da, ya que la poli­cía care­cía de con­trol alguno sobre lo pos­te­rior­men­te publi­ca­do. Si los medios de infor­ma­ción se exce­die­ron de la mera trans­crip­ción de la infor­ma­ción reci­bi­da, la res­pon­sa­bi­li­dad deri­va­da debía ser impu­tada exclu­si­va­men­te a los titu­la­res de dichos medios y no a la fuen­te. Con­clu­sión que resul­ta de la pro­pia lógi­ca jurí­di­ca y que sub­ya­ce de hecho en la doc­tri­na cons­ti­tu­cio­nal sobre el repor­ta­je neu­tral (SSTC 411994, 1341999, 1361999).

Para deter­mi­nar si exis­tía o no vul­ne­ra­ción del art. 18.1 CE, el Abo­ga­do del Esta­do con­si­de­ró que había que par­tir de la doc­tri­na cons­ti­tu­cio­nal rela­ti­va a la pre­va­len­cia de la liber­tad de infor­ma­ción sobre el dere­cho al honor, siem­pre y cuan­do la infor­ma­ción trans­mi­ti­da sea veraz y se refie­ra a asun­tos de inte­rés gene­ral (SSTC 1711990, 2191992, 2001998, 1122000). A este res­pec­to, enten­día que la nota difun­di­da por la poli­cía garan­ti­za­ba la pre­sun­ción de ino­cen­cia de los dete­ni­dos (“pre­sun­tos auto­res del homi­ci­dio”) y pre­ser­va­ba su iden­ti­dad, ya que apar­te de la edad, el nom­bre pro­pio y las ini­cia­les de sus ape­lli­dos, no faci­li­ta­ba nin­gún otro dato. A títu­lo de curio­si­dad, cabe resal­tar que el nom­bre de pila de don M.S.V., que se inclu­yó en la nota de pren­sa segui­do de sus ini­cia­les, es “Mede­ri­co” y no creo que conoz­can uste­des a muchos Mede­ri­cos.

Ade­más, en su escri­to, el Abo­ga­do del Esta­do ale­gó que no exis­tía lugar a duda sobre la vera­ci­dad  de la infor­ma­ción con­te­ni­da en la nota de pren­sa. Igual­men­te enten­día que exis­tía pro­por­cio­na­li­dad sufi­cien­te entre la lesión al honor de don M.S.V. y el dere­cho de la socie­dad a ser infor­ma­da del resul­ta­do de la acti­vi­dad poli­cial, en rela­ción con un deli­to que había sus­ci­ta­do alar­ma social y cuyo total escla­re­ci­mien­to pre­ci­sa­ba la cola­bo­ra­ción ciu­da­da­na.

En cuan­to a la supues­ta vul­ne­ra­ción del dere­cho a la pro­pia ima­gen (art. 18.1 CE), el Abo­ga­do del Esta­do con­si­de­ra­ba que este dere­cho cedía ante el dere­cho reco­gi­do en el art. 20.1.CE, en el que se reco­no­ce y pro­te­ge, entre otros, el dere­cho a comu­ni­car o reci­bir libre­men­te infor­ma­ción veraz por cual­quier medio de difu­sión … Igual­men­te, hizo refe­ren­cia a la STC 991994: “En este con­tex­to, la cap­ta­ción y difu­sión de la ima­gen del suje­to sólo será admi­si­ble cuan­do la pro­pia ‑y pre­via-con­duc­ta de aquél o las cir­cuns­tan­cias en que se encuen­tre inmer­so jus­ti­fi­quen el des­cen­so de las barre­ras de reser­va, para que pre­va­lez­ca el inte­rés ajeno o el públi­co que pue­dan coli­sio­nar con aquél”.

Por su par­te, el Minis­te­rio Fis­cal enten­día que la difu­sión de la foto­gra­fía del deman­dan­te de ampa­ro, rea­li­za­da sin su auto­ri­za­ción por el Gabi­ne­te de Pren­sa de la Jefa­tu­ra Supe­rior de Poli­cía de Valla­do­lid, esta­ba ampa­ra­da en el dere­cho de infor­ma­ción reco­gi­do en el art. 20.1.CE, para la sal­va­guar­da de la segu­ri­dad públi­ca y la pre­ven­ción de infrac­cio­nes pena­les, con­for­me a los supues­tos reco­gi­dos en el art. 8.2 CEDH ‑Con­ven­ción Euro­peo de Dere­chos Huma­nos-.

Ade­más, pre­ci­só que el obje­to del recur­so de ampa­ro lo cons­ti­tuía exclu­si­va­men­te la difu­sión de la foto­gra­fía y no la nota de pren­sa emi­ti­da por el men­cio­na­do Gabi­ne­te. De este modo, con­si­de­ra­ba en su escri­to que, al tra­tar­se de una foto­gra­fía de cuer­po ente­ro, el ros­tro tenía unas dimen­sio­nes meno­res que las habi­tua­les en una foto­gra­fía de filia­ción poli­cial o de car­né, por lo que con­si­de­ra­ba que la iden­ti­fi­ca­ción de don M.S.V. a tra­vés de ésta, no fue­ra fácil. Máxi­me cuan­do el nom­bre pro­pio del deman­dan­te de ampa­ro era de tal modo inusual que hubie­se sido más pro­ba­ble que, quie­nes lo cono­cían, le iden­ti­fi­ca­ran por el nom­bre que cons­ta­ba en la nota de pren­sa (con la que se había con­for­ma­do al no recu­rrir­la) que por la pro­pia foto­gra­fía.

Cabe des­ta­car que el minis­te­rio fis­cal sos­te­nía en su escri­to que don M.S.V., en el tiem­po en que “estu­vo ocul­to” entre el homi­ci­dio y su pre­sen­ta­ción ante la poli­cía, había varia­do volun­ta­ria­men­te su apa­rien­cia exter­na cor­tán­do­se el pelo, de for­ma que la fiso­no­mía con la que era habi­tual­men­te reco­no­ci­do no era, en todos sus ras­gos, aque­lla con la que se obtu­vo la foto­gra­fía cuya divul­ga­ción se impug­na. Este alar­de de agu­de­za inte­lec­tual, des­mon­ta la teo­ría de la nece­si­dad de publi­car la foto­gra­fía en pos de una cola­bo­ra­ción ciu­da­da­na; ya que cabe dedu­cir por el con­tex­to de las pala­bras del fis­cal que, si la ima­gen publi­ca­da de don M.S.V. no era sufi­cien­te para ser reco­no­ci­do por las per­so­nas que cons­ti­tuían su pro­pio entorno, mucho menos ser­vi­ría para iden­ti­fi­car a don M.S.V. en el alter­ca­do, la de la noche de autos.

Como expli­có en su Infor­me la Jefa­tu­ra Supe­rior de Poli­cía de Valla­do­lid, el Gabi­ne­te de Pren­sa, de acuer­do con su fun­ción de rela­ción con los medios de comu­ni­ca­ción, faci­li­tó las foto­gra­fías de los pre­sun­tos auto­res con la pre­ten­sión de que, dada la hora y la zona en que ocu­rrie­ron los hechos, algún tes­ti­go pudie­se faci­li­tar nue­vos datos.

El Tri­bu­nal Cons­ti­tu­cio­nal con­si­de­ró que, aun­que el deman­dan­te de ampa­ro invo­ca­ba como lesio­na­dos los tres dere­chos fun­da­men­ta­les reco­gi­dos en el art. 18.1 CE, su que­ja había de recon­du­cir­se a la posi­ble lesión del dere­cho a la pro­pia ima­gen y del dere­cho al honor, sin que se pudie­ra con­si­de­rar afec­ta­do su dere­cho a la inti­mi­dad per­so­nal, ya que la foto­gra­fía difun­di­da por la poli­cía no des­ve­la­ba aspec­tos de su vida pri­va­da o par­tes ínti­mas de su cuer­po (SSTC 812001, de 26 de mar­zo, FJ 2; 1562001, de 2 de julio, FJ 3).

En su sen­ten­cia, enten­día que el dere­cho a la pro­pia ima­gen pro­cla­ma­do en el art.18.1 CE, en tan­to que dere­cho fun­da­men­tal, con­sis­te en esen­cia en impe­dir la obten­ción, repro­duc­ción o publi­ca­ción de la pro­pia ima­gen por par­te de un ter­ce­ro no auto­ri­za­do, sea cual sea la fina­li­dad (infor­ma­ti­va, comer­cial, cien­tí­fi­ca, cul­tu­ral, etc.) per­se­gui­da por quien la cap­ta o difun­de (SSTC 812001, de 26 de mar­zo, FJ 2; 1392001, de 18 de junio, FJ 4; 832002, de 22 de abril, FJ 4).

Pero el dere­cho a la pro­pia ima­gen, no es un dere­cho abso­lu­to, y por ello su con­te­ni­do se encuen­tra deli­mi­ta­do por el de otros dere­chos y bie­nes cons­ti­tu­cio­na­les (SSTC 812001, de 26 de mar­zo, FJ 2; 1562001, de 2 de julio, FJ 6). Por ello, cuan­do este dere­cho fun­da­men­tal entre en coli­sión con otros bie­nes o dere­chos cons­ti­tu­cio­nal­men­te pro­te­gi­dos como el dere­cho a la liber­tad de infor­ma­ción, debe­rán pon­de­rar­se los dis­tin­tos intere­ses enfren­ta­dos y, aten­dien­do a las cir­cuns­tan­cias con­cre­tas de cada caso, deci­dir qué inte­rés mere­ce mayor pro­tec­ción, si el inte­rés del titu­lar del dere­cho a la ima­gen en que sus ras­gos físi­cos no se cap­ten o difun­dan sin su con­sen­ti­mien­to, o el inte­rés públi­co en la cap­ta­ción o difu­sión de su ima­gen (STC 1562001, de 2 de julio, FJ 6).

Una vez ana­li­za­do dete­ni­da­men­te el caso, el Tri­bu­nal Cons­ti­tu­cio­nal con­cluía que en el pre­sen­te supues­to no cabía apre­ciar la exis­ten­cia de un con­flic­to entre el dere­cho a la pro­pia ima­gen del recu­rren­te en ampa­ro con otros dere­chos fun­da­men­ta­les, en con­cre­to, como sos­te­nía el Abo­ga­do del Esta­do y el Minis­te­rio Fis­cal, con el dere­cho a la liber­tad de infor­ma­ción. Por lo que con­cluía, que en este caso, aten­dien­do a las cir­cuns­tan­cias del mis­mo, la difu­sión o dis­tri­bu­ción por la poli­cía a deter­mi­na­dos medios de comu­ni­ca­ción de la rese­ña foto­grá­fi­ca, había vul­ne­ra­do el dere­cho de don M.S.V. a la pro­pia ima­gen.

Por lo que res­pec­ta al dere­cho al honor de don M.S.V., el Tri­bu­nal con­si­de­ró que el art. 18.1 CE, ampa­ra la bue­na repu­tación de una per­so­na, pro­te­gién­do­la fren­te a expre­sio­nes o men­sa­jes que la hagan des­me­re­cer en la con­si­de­ra­ción aje­na, al ir en su des­cré­di­to o menos­pre­cio o que sean teni­das en el con­cep­to públi­co por afren­to­sas. Es decir, el dere­cho al honor prohí­be que nadie se refie­ra a una per­so­na de for­ma insul­tan­te o inju­rio­sa; o que aten­te injus­ti­fi­ca­da­men­te con­tra su repu­tación, hacién­do­la des­me­re­cer ante la opi­nión aje­na. Así, lo pro­te­gi­do por el art. 18.1 CE es la ima­gen que de una per­so­na pue­dan tener los demás, y qui­zá no tan­to la que aque­lla desea­ría tener.

De esta for­ma el Tri­bu­nal con­si­de­ró que no cabía negar, en prin­ci­pio, que la difu­sión de la ima­gen de don M.S.V. en su con­di­ción de dete­ni­do, podía dañar su repu­tación, ya que con­lle­va­ba o podía con­lle­var un des­me­re­ci­mien­to en la con­si­de­ra­ción aje­na, que­dan­do de ese modo menos­ca­ba­da su repu­tación.

Así, al no exis­tir tam­po­co en este caso otros dere­chos o bie­nes cons­ti­tu­cio­na­les que pudie­ran jus­ti­fi­car la intro­mi­sión en el honor de don M.S.V., el Tri­bu­nal Cons­ti­tu­cio­nal esti­mó que tam­bién había habi­do vul­ne­ra­ción de este dere­cho fun­da­men­tal, por lo que decla­ra­ba la nuli­dad de la Sen­ten­cia de la Sec­ción Pri­me­ra de la Sala de lo Con­ten­cio­so Admi­nis­tra­ti­vo de la Audien­cia Nacio­nal, de 5 de mayo de 2000, retro­tra­yen­do las actua­cio­nes judi­cia­les al momen­to inme­dia­ta­men­te ante­rior al de dic­tar­se la men­cio­na­da Sen­ten­cia, para que se dic­ta­se una nue­va Sen­ten­cia res­pe­tuo­sa con los dere­chos fun­da­men­ta­les decla­ra­dos vul­ne­ra­dos.

Que cada cual saque sus pro­pias con­clu­sio­nes, yo por mi par­te ya he subs­cri­to un segu­ro de res­pon­sa­bi­li­dad civil.

A. Rodrí­guez
Redac­tor corres­pon­sal Espa­ña y Por­tu­gal