Bill Bernbach, el visionario que revolucionó la publicidad y elevó la creatividad al centro de la conversación

Bill Bernbach, el visionario que revolucionó la publicidad y elevó la creatividad al centro de la conversación
Bill Bern­bach (1911−1982), cofun­da­dor de la agen­cia DDB, es recor­da­do este mes de agos­to como uno de los gran­des padres de la publi­ci­dad moder­na. Su nom­bre está fusio­na­do a una autén­ti­ca revo­lu­ción crea­ti­va en los años sesen­ta, un perio­do en el que res­ca­tó a la ima­gi­na­ción, la com­pli­ci­dad con el públi­co y el inge­nio para situar­los nue­va­men­te en el cora­zón del sec­tor.

El lega­do de Bern­bach se mate­ria­li­zó en una inno­va­ción apa­ren­te­men­te sen­ci­lla, pero con un impac­to tras­cen­den­tal: unió a redac­to­res y direc­to­res de arte en equi­pos cola­bo­ra­ti­vos, rom­pien­do con la prác­ti­ca tra­di­cio­nal de man­te­ner­los ais­la­dos en depar­ta­men­tos sepa­ra­dos. Esta sim­ple reubi­ca­ción fue la chis­pa que encen­dió una nue­va for­ma de con­ce­bir la comu­ni­ca­ción, pri­vi­le­gian­do la crea­ti­vi­dad y dan­do ori­gen a cam­pa­ñas emble­má­ti­cas que resue­nan has­ta el día de hoy, como la míti­ca Think small.

Naci­do el 13 de agos­to de 1911 en el Bronx, Nue­va York, en el seno de una fami­lia judía de cla­se media, Bern­bach se for­mó en la Uni­ver­si­dad de Nue­va York, don­de cur­só estu­dios en lite­ra­tu­ra ingle­sa, empre­sa, filo­so­fía y músi­ca. Des­de esta eta­pa ya des­ta­ca­ba por su nota­ble capa­ci­dad expre­si­va, bri­llan­tez y una fuer­te per­so­na­li­dad. Su ini­cio pro­fe­sio­nal en la com­pa­ñía Schen­ley fue un cla­ro indi­cio de su poten­cial, don­de en poco tiem­po pasó de ser repar­ti­dor a redac­tor, gra­cias a una ini­cia­ti­va crea­ti­va que lla­mó la aten­ción de sus supe­rio­res.

Tras un tiem­po en la agen­cia Grey Adver­ti­sing, don­de lle­gó a ocu­par el car­go de vice­pre­si­den­te crea­ti­vo, Bern­bach envió una car­ta crí­ti­ca a la direc­ti­va en la que denun­cia­ba el con­for­mis­mo y la pér­di­da de cali­dad artís­ti­ca que, a su jui­cio, aque­ja­ba a la publi­ci­dad de la épo­ca. En su misi­va, defen­día que “la per­sua­sión no es una cien­cia, sino un arte”. Al no ser aten­di­do, en 1949 tomó la audaz deci­sión de fun­dar su pro­pia agen­cia, DDB, jun­to a sus socios Ned Doy­le y Max Dane. La inver­sión ini­cial fue de ape­nas 1.200 dóla­res, una cifra modes­ta que sin embar­go per­mi­tió a Bern­bach empren­der bajo sus pro­pias reglas y cul­ti­var un entorno crea­ti­vo genuino y libre de las ata­du­ras de la publi­ci­dad con­ven­cio­nal. El pri­mer clien­te que con­fió en la recién naci­da agen­cia fue Ohrbach’s, que ade­más de ayu­dar a su finan­cia­ción, tam­bién le otor­gó el pres­ti­gio nece­sa­rio para des­pe­gar.

La filo­so­fía de Bern­bach, que pri­vi­le­gia­ba el inge­nio, el humor y la rele­van­cia del men­sa­je por enci­ma de los cli­chés publi­ci­ta­rios, se mate­ria­li­zó en una serie de cam­pa­ñas que mar­ca­ron épo­ca y que hoy son con­si­de­ra­das hitos de la publi­ci­dad. Entre ellas están las recor­da­das I found out about Joan, para Ohrbach’s; You don’t have to be Jewish to love Levy’s, para Levy’s, y la emble­má­ti­ca We try har­der, para Avis, que hizo tam­ba­lear la posi­ción de lide­raz­go de su com­pe­ten­cia. Sin embar­go, fue­ron las cam­pa­ñas para el Volks­wa­gen Beetle, Think small y Lemon, las que cimen­ta­ron defi­ni­ti­va­men­te su lega­do. Esta com­bi­na­ción de iro­nía, hones­ti­dad comu­ni­ca­ti­va y una sim­pli­ci­dad visual rompe­dora cam­bió para siem­pre el cur­so de la publi­ci­dad moder­na.

La filo­so­fía Bern­bach: Crea­ti­vi­dad y prin­ci­pios

Bern­bach era un hom­bre con un gran ego, pero de una visión estra­té­gi­ca inne­ga­ble. Era capaz de reco­no­cer el talen­to y de fomen­tar un ambien­te de tra­ba­jo don­de los mejo­res crea­ti­vos pre­fe­rían estar, inclu­so si gana­ban menos, con tal de for­mar par­te de DDB. Su méto­do de tra­ba­jo era una exten­sión de su pasión por la pro­fe­sión: pasea­ba entre las mesas, revi­sa­ba ori­gi­na­les y par­ti­ci­pa­ba acti­va­men­te en la selec­ción final de las ideas. Era, en defi­ni­ti­va, un líder que vivía su tra­ba­jo con pasión con­ta­gio­sa y una dedi­ca­ción al deta­lle que ins­pi­ra­ba a su equi­po a supe­rar­se.

El éxi­to de la agen­cia pron­to se vio refle­ja­do en las cifras: de fac­tu­rar 775.000 dóla­res en 1949, pasó a los 100 millo­nes en 1964, y a la impre­sio­nan­te cifra de mil millo­nes en 1981, un año antes de su dece­so a cau­sa de la leu­ce­mia. Sin embar­go, este cre­ci­mien­to expo­nen­cial tam­bién tra­jo ten­sio­nes. La sali­da a bol­sa de la com­pa­ñía en 1964 y la cre­cien­te influen­cia de direc­ti­vos más orien­ta­dos al nego­cio pro­vo­ca­ron roces en el cen­tro mis­mo de DDB. La crea­ti­vi­dad, que había sido el motor de la agen­cia, empe­zó a ceder terreno ante la pre­sión de los resul­ta­dos tri­mes­tra­les, lo que lle­vó a muchos de sus mejo­res crea­ti­vos a aban­do­nar la empre­sa.

El lega­do dura­de­ro de un genio crea­ti­vo

Más allá de los logros finan­cie­ros, Bern­bach fue un hom­bre de fir­mes prin­ci­pios, una cua­li­dad que defen­dió inclu­so cuan­do impli­ca­ba un cos­to eco­nó­mi­co. Se negó a acep­tar cuen­tas de taba­co con un argu­men­to que se ha con­ver­ti­do en una decla­ra­ción de éti­ca pro­fe­sio­nal: “Uno no pue­de afir­mar que tie­ne prin­ci­pios has­ta que man­te­ner­los le cues­ta dine­ro”. Su lega­do per­du­ra has­ta hoy. DDB, que des­de 1986 for­ma par­te del gru­po Omni­com, con­ser­va más de 80 ofi­ci­nas en todo el mun­do y sigue sien­do un refe­ren­te de la indus­tria.

En defi­ni­ti­va, Bill Bern­bach no solo ele­vó la publi­ci­dad a la altu­ra de un arte y de una cien­cia de la per­sua­sión, sino que ins­tau­ró prác­ti­cas crea­ti­vas que siguen sien­do un faro que guía el modo en que se con­ci­be y ejer­ce la comu­ni­ca­ción. Su famo­sa fra­se, que sin­te­ti­za su impe­ra­ti­vo y su genio, resue­na a tra­vés del tiem­po: “Si tu publi­ci­dad pasa inad­ver­ti­da, todo lo demás es aca­dé­mi­co”. Con esta máxi­ma, Bern­bach dejó cla­ro que el obje­ti­vo pri­mor­dial de la publi­ci­dad no es solo ven­der, sino cap­tar la aten­ción, conec­tar de mane­ra genui­na y, en últi­ma ins­tan­cia, ser rele­van­te para la gen­te. Su visión, lejos de que­dar en el pasa­do, sigue sien­do la base sobre la que se cons­tru­ye la publi­ci­dad más efec­ti­va y memo­ra­ble del siglo XXI.

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