Análisis de un discurso que hizo historia

Análisis de un discurso que hizo historia

Por Daniel Colom­bo.

Para poder com­pren­der varias de las herra­mien­tas esen­cia­les de la ora­to­ria, a con­ti­nua­ción ana­li­za­re­mos el dis­cur­so de Ste­ve Jobs en la Uni­ver­si­dad de Stan­ford duran­te la aper­tu­ra del cur­so 2005. Allí lla­mó a las cosas por su nom­bre. Léa­lo y obser­va­rá por qué. Des­ta­ca­re­mos algu­nos recur­sos que uti­li­zó, como una for­ma de que vaya fami­lia­ri­zán­do­se con las herra­mien­tas que pue­den ayu­dar­lo en su pro­ce­so de con­ver­tir­se en un ora­dor excep­cio­nal.

Ste­ve Jobs se pare­cía a Da Vin­ci, y tam­bién a Mar­tin Luther King, con muchos pun­tos de con­tac­to en su for­ma de comu­ni­car.

El dis­cur­so

“Ten­go el honor de estar hoy aquí con uste­des en su comien­zo en una de las mejo­res uni­ver­si­da­des del mun­do. La ver­dad sea dicha, yo nun­ca me gra­dué. A decir ver­dad, esto es lo más cer­ca que jamás he esta­do de una gra­dua­ción uni­ver­si­ta­ria.

Hoy les quie­ro con­tar tres his­to­rias de mi vida. Nada espe­cial. Sólo tres his­to­rias.

(Aquí Ste­ve Jobs encua­dra su pre­sen­ta­ción y hace una bre­ve sín­te­sis ini­cial)

La pri­me­ra his­to­ria ver­sa sobre “conec­tar los pun­tos”.

Dejé la uni­ver­si­dad de Reed (Portland, Ore­gon) tras los seis pri­me­ros meses, pero des­pués seguí vagan­do por allí otros 18 meses, más o menos, antes de dejar­lo del todo.

Enton­ces, ¿Por qué lo dejé?

Comen­zó antes de que yo nacie­ra. Mi madre bio­ló­gi­ca era una estu­dian­te joven y sol­te­ra, y deci­dió dar­me en adop­ción.

(Obser­ve cómo toca las emo­cio­nes del públi­co con una anéc­do­ta)

Ella tenía muy cla­ro que quie­nes me adop­ta­ran ten­drían que ser titu­la­dos uni­ver­si­ta­rios, de modo que todo se pre­pa­ró para que fue­se adop­ta­do al nacer por un abo­ga­do y su mujer. Solo que cuan­do yo nací deci­die­ron en el últi­mo momen­to que lo que de ver­dad que­rían era una niña.
Así que mis padres, que esta­ban en lis­ta de espe­ra, reci­bie­ron una lla­ma­da a media­no­che pre­gun­tan­do:

  • “Tene­mos un niño no espe­ra­do; ¿lo quie­ren?”
  • “Por supues­to”, dije­ron ellos. Mi madre bio­ló­gi­ca se ente­ró de que mi madre no tenía titu­la­ción uni­ver­si­ta­ria, y que mi padre ni siquie­ra había ter­mi­na­do el bachi­lle­ra­to, así que se negó a fir­mar los docu­men­tos de adop­ción. Sólo cedió, meses más tar­de, cuan­do mis padres pro­me­tie­ron que algún día yo iría a la  uni­ver­si­dad. Y 17 años más tar­de fui a la uni­ver­si­dad.

Pero de una for­ma des­cui­da­da ele­gí una uni­ver­si­dad que era casi tan cara como Stan­ford, y todos los aho­rros de mis padres, de cla­se tra­ba­ja­do­ra, los esta­ba gas­tan­do en mi matrí­cu­la.

Des­pués de seis meses, no le veía pro­pó­si­to alguno. No tenía idea de qué que­ría hacer con mi vida, y menos aún de cómo la uni­ver­si­dad me iba a ayu­dar a ave­ri­guar­lo.  Y me esta­ba gas­tan­do todos los aho­rros que mis padres habían con­se­gui­do a lo lar­go de su vida.

Así que deci­dí dejar­lo, y con­fiar en que las cosas sal­drían bien. En su momen­to me dio mie­do, pero en retros­pec­ti­va fue una de las mejo­res deci­sio­nes que nun­ca haya toma­do.

(Habla de mie­dos huma­nos, se pone a la par de su públi­co)

En el momen­to en que lo dejé, ya no fui más a las cla­ses obli­ga­to­rias que no me intere­sa­ban, y comen­cé a meter­me en las que pare­cían intere­san­tes. No era idí­li­co.

No tenía dor­mi­to­rio, así que dor­mía en el sue­lo de las habi­ta­cio­nes de mis ami­gos, devol­vía bote­llas de Coca Cola por los 5 cén­ti­mos del enva­se para con­se­guir dine­ro para comer, y cami­na­ba más de 10 kiló­me­tros los domin­gos por la noche para comer bien una vez por sema­na en el tem­plo de los Hare Krish­na.

Me encan­ta­ba. Y  muchas cosas con las que me fui topan­do al seguir mi curio­si­dad e intui­ción resul­ta­ron no tener pre­cio más ade­lan­te. Les daré un ejem­plo:

En aque­lla épo­ca la Uni­ver­si­dad de Reed ofre­cía la que qui­zá fue­se la mejor for­ma­ción en cali­gra­fía del país. En todas par­tes del cam­pus, todos los pós­te­res, todas las eti­que­tas de todos los cajo­nes, esta­ban bella­men­te cali­gra­fia­das a mano. Como ya no esta­ba matri­cu­la­do y no tenía cla­ses obli­ga­to­rias, deci­dí aten­der al cur­so de cali­gra­fía para apren­der cómo se hacía.

(Uti­li­za ejem­plos, liga­dos direc­ta­men­te con su empre­sa y pro­duc­tos, don­de el dise­ño y la tec­no­lo­gía son cla­ves)

Apren­dí cosas sobre el serif y tipo­gra­fías sans serif, sobre los espa­cios varia­bles entre letras, sobre qué hace real­men­te gran­de a una tipo­gra­fía. Era sutil­men­te bello, his­tó­ri­ca y artís­ti­ca­men­te, de una for­ma que la cien­cia no pue­de cap­tu­rar, y lo encon­tré fas­ci­nan­te.

Nada de esto tenía ni la más míni­ma espe­ran­za de apli­ca­ción prác­ti­ca en mi vida. Pero diez años más tar­de, cuan­do está­ba­mos dise­ñan­do la pri­mer compu­tado­ra Macin­tosh, todo eso vol­vió a mí. Y dise­ña­mos el Mac con eso en su esen­cia. Fue la pri­mer compu­tado­ra con tipo­gra­fías bellas. Si nun­ca me hubie­ra deja­do caer por aquél cur­so con­cre­to en la uni­ver­si­dad, el Mac jamás habría teni­do múl­ti­ples tipo­gra­fías, ni carac­te­res con espa­cia­do pro­por­cio­nal. Y como Win­dows no hizo más que copiar el Mac, es pro­ba­ble que nin­gu­na compu­tado­ra per­so­nal los tuvie­ra aho­ra.

(Va al pun­to. Direc­ta­men­te a lo que quie­re trans­mi­tir. Men­cio­na su mar­ca y la conec­ta con expe­rien­cias crea­das con su públi­co)

Si nun­ca hubie­ra deci­di­do dejar­lo, no habría entra­do en esa cla­se de cali­gra­fía y las compu­tado­ras per­so­na­les no ten­drían la mara­vi­llo­sa tipo­gra­fía que poseen.

Por supues­to, era impo­si­ble conec­tar los pun­tos miran­do hacia el futu­ro cuan­do esta­ba en cla­se, pero fue muy, muy cla­ro al mirar atrás diez años más tar­de.

De nue­vo: no pue­des conec­tar los pun­tos hacia ade­lan­te, sólo pue­des hacer­lo hacia atrás. Así que tie­nes que con­fiar en que los pun­tos se conec­ta­rán algu­na vez en el futu­ro. Tie­nes que con­fiar en algo, tu ins­tin­to, el des­tino, la vida, el kar­ma, lo que sea.

Por­que creer que los pun­tos se uni­rán te darán la con­fian­za de con­fiar en tu cora­zón. Esta for­ma de actuar nun­ca me ha deja­do tira­do, y ha mar­ca­do la dife­ren­cia en mi vida.

(Resu­me la pri­me­ra his­to­ria. Trans­mi­te atri­bu­tos sobre cómo sus pro­duc­tos se dis­tin­guen del res­to. Cie­rra este blo­que con con­cep­tos uni­ver­sa­les de filo­so­fía de vida. Crea una ima­gen cla­ra y rea­lis­ta en el públi­co. Toca las emo­cio­nes)

Mi segun­da his­to­ria es sobre el amor y la pér­di­da.

Tuve suer­te, supe pron­to en mi vida qué era lo que más desea­ba hacer.  Woz y yo crea­mos Apple en la coche­ra de mis padres cuan­do tenía 20 años. Tra­ba­ja­mos mucho, y en diez años Apple cre­ció de ser sólo noso­tros dos a ser  una com­pa­ñía valo­ra­da en 2 mil millo­nes de dóla­res y 4000 emplea­dos. Hacía jus­to un año que había­mos lan­za­do nues­tra mejor crea­ción, el Macin­tosh, un año antes, y hacía poco que había cum­pli­do los 30. Y me des­pi­die­ron. ¿Cómo te pue­den echar de la empre­sa que tú has crea­do?

Bueno, mien­tras Apple cre­cía con­tra­ta­mos a alguien que yo creía muy capa­ci­ta­do para lle­var la com­pa­ñía jun­to a mí, y duran­te el pri­mer año, más o menos, las cosas fue­ron bien. Pero lue­go nues­tra pers­pec­ti­va del futu­ro comen­zó a ser dis­tin­ta, y final­men­te nos apar­ta­mos com­ple­ta­men­te.

Cuan­do eso pasó, nues­tra Jun­ta Direc­ti­va se puso de su par­te. Así que a los 30 esta­ba fue­ra. Y de una for­ma muy noto­ria. Lo que había sido el cen­tro de toda mi vida adul­ta se había ido, y fue devas­ta­dor. Real­men­te no supe qué hacer duran­te algu­nos meses. Sen­tía que había deja­do de lado a la ante­rior gene­ra­ción de empren­de­do­res, que había sol­ta­do el tes­ti­go en el momen­to en que me lo pasa­ban. Me reu­ní con David Pac­kard (de HP) y Bob Noy­ce (Intel), e inten­té dis­cul­par­me por haber­lo fas­ti­dia­do tan­to. Fue un fra­ca­so muy noto­rio, e inclu­so pen­sé en huir del valle (Sili­con Valley). Pero algo comen­zó a abrir­se paso en mí, aún ama­ba lo que hacía.

(Se mues­tra al mis­mo nivel que cual­quier empren­de­dor. Reve­la algu­nos de sus tro­pie­zos. Logra iden­ti­fi­ca­ción mos­trán­do­se como un empre­sa­rio común y corrien­te)

El resul­ta­do de los acon­te­ci­mien­tos en Apple no había cam­bia­do eso ni un ápi­ce.  Había sido recha­za­do, pero aun esta­ba ena­mo­ra­do. Así que deci­dí comen­zar de nue­vo. No lo vi así enton­ces, pero resul­tó ser que el que me echa­ran de la empre­sa fue lo mejor que jamás me pudo haber pasa­do. Había cam­bia­do el peso del éxi­to por la lige­re­za de ser de nue­vo un prin­ci­pian­te, menos segu­ro de las cosas. Me libe­ró para entrar en uno de los perio­dos más crea­ti­vos de mi vida. Duran­te los siguien­tes cin­co años, creé una empre­sa lla­ma­da NeXT, otra lla­ma­da Pixar, y me ena­mo­ré de  una mujer asom­bro­sa que se con­ver­ti­ría des­pués en mi espo­sa.

Pixar lle­gó a crear el pri­mer lar­go­me­tra­je ani­ma­do por compu­tado­ra, Toy Story, y es aho­ra el estu­dio de ani­ma­ción más exi­to­so del mun­do. En un nota­ble giro de los acon­te­ci­mien­tos, Apple com­pró NeXT, y yo regre­sé a Apple, y la tec­no­lo­gía que desa­rro­lla­mos en NeXT es el cora­zón del actual rena­ci­mien­to de Apple. Y Lau­re­ne y yo tene­mos una mara­vi­llo­sa fami­lia.

Estoy bas­tan­te segu­ro de que nada de esto habría ocu­rri­do sí no me  hubie­ran echa­do de Apple. Creo que fue una medi­ci­na horri­ble, pero supon­go que el pacien­te la nece­si­ta­ba. A veces, la vida te da en la cabe­za con un ladri­llo. No pier­das la fe.

Estoy con­ven­ci­do de que la úni­ca cosa que me man­tu­vo en mar­cha fue mi amor por lo que hacía. Tie­nes que encon­trar qué es lo que amas. Y esto vale tan­to para nues­tro tra­ba­jo, como para nues­tros aman­tes. El tra­ba­jo va a lle­nar gran par­te de nues­tra vida, y la  úni­ca for­ma de estar real­men­te satis­fe­cho es hacer lo que con­si­de­res un tra­ba­jo genial. Y la úni­ca for­ma de tener un tra­ba­jo genial es amar lo que hagas. Si aún no lo has encon­tra­do, sigue bus­can­do. No te con­for­mes. Como en todo lo que tie­ne que ver con el cora­zón, lo sabrás cuan­do lo hayas encon­tra­do. Y como en todas las rela­cio­nes genia­les, las cosas mejo­ra­rán y mejo­ra­rán según pasan los años. Así que sigue bus­can­do has­ta que lo encuen­tres. No te con­for­mes.

(Cie­rra este mini-blo­que con un lla­ma­do ins­pi­ra­dor.  Invi­ta a salir de la zona cómo­da y ani­mar­se a empren­der. El ora­dor habla miran­do a los ojos del públi­co, y con el poder de sus ideas y sus pala­bras, toca su cora­zón)

Mi ter­ce­ra his­to­ria es sobre la muer­te.

Cuan­do tenía 17 años, leí una cita que decía algo como: “Sí vives cada día como si fue­ra el últi­mo, algún día ten­drás razón.” Me mar­có, y des­de enton­ces, duran­te los últi­mos 33 años, cada maña­na me he mira­do en el espe­jo y me he pre­gun­ta­do: “Sí hoy fue­se el últi­mo día de mi vida, ¿Que­rría hacer lo que voy a hacer hoy?” Y si la res­pues­ta era “No” duran­te dema­sia­dos días segui­dos, sabía que nece­si­ta­ba cam­biar algo.

Recor­dar que voy a morir pron­to es la herra­mien­ta más impor­tan­te que haya encon­tra­do para ayu­dar­me a tomar las gran­des deci­sio­nes de mi vida. Por­que prác­ti­ca­men­te todo, las expec­ta­ti­vas de los demás, el orgu­llo, el mie­do al ridícu­lo o al fra­ca­so se des­va­ne­ce fren­te a la muer­te, dejan­do sólo lo que es ver­da­de­ra­men­te impor­tan­te.

Recor­dar que vas a morir es la mejor for­ma que conoz­co de evi­tar la tram­pa de pen­sar que tie­nes algo que per­der. Ya estás des­nu­do. No hay razón para no seguir tu cora­zón.

Hace casi un año me diag­nos­ti­ca­ron cán­cer. Me hicie­ron un che­queo a las 7:30 de la maña­na, y mos­tra­ba cla­ra­men­te un tumor en el pán­creas. Ni siquie­ra sabía qué era el pán­creas. Los médi­cos me dije­ron que era prác­ti­ca­men­te segu­ro un tipo de cán­cer incu­ra­ble, y que mi espe­ran­za de vida sería de tres a seis meses. Mi médi­co me acon­se­jó que me fue­se a casa y deja­ra zan­ja­dos mis asun­tos, for­ma médi­ca de decir: pre­pá­ra­te a morir. Sig­ni­fi­ca inten­tar decir­le a tus hijos en unos pocos meses lo que ibas a decir­les en diez años. Sig­ni­fi­ca ase­gu­rar­te de que todo que­da ata­do y bien ata­do, para que sea tan fácil como sea posi­ble para tu fami­lia. Sig­ni­fi­ca decir adiós.

Viví todo un día con ese diag­nós­ti­co. Lue­go, a últi­ma hora de la tar­de, me hicie­ron una biop­sia, metién­do­me un endos­co­pio por la gar­gan­ta, a tra­vés del estó­ma­go y el duo­deno, pin­cha­ron el pán­creas con una agu­ja para obte­ner algu­nas célu­las del tumor.

Yo esta­ba seda­do, pero mi espo­sa, que esta­ba allí, me dijo que cuan­do vio las célu­las al micros­co­pio el médi­co comen­zó a llo­rar, por­que resul­tó ser una for­ma muy rara de cán­cer pan­creá­ti­co que se pue­de curar con ciru­gía. Me ope­ra­ron, y aho­ra estoy bien.

Esto es lo más cer­ca que he esta­do de la muer­te, y espe­ro que sea lo más cer­ca que esté de ella duran­te algu­nas déca­das más. Habien­do vivi­do esto, aho­ra les pue­do decir esto con más cer­te­za que cuan­do la muer­te era un con­cep­to útil, pero pura­men­te inte­lec­tual: Nadie quie­re morir. Ni siquie­ra la gen­te que quie­re ir al cie­lo quie­re morir para lle­gar allí. Y sin embar­go la muer­te es el des­tino que todos com­par­ti­mos. Nadie ha esca­pa­do de ella. Y así tie­ne que ser, por­que la Muer­te es posi­ble­men­te el mejor inven­to de la Vida. Es el agen­te de cam­bio de la Vida. Reti­ra lo vie­jo para hacer sitio a lo nue­vo.

(Ste­ve Jobs cuen­ta una his­to­ria per­so­nal fuer­te y con­mo­ve­do­ra. Era la pri­me­ra vez que lo habla­ba en públi­co. Este era ‘su’ tema del dis­cur­so en esta oca­sión. Y lo apro­ve­chó de la mejor for­ma para com­par­tir los men­sa­jes cla­ves: de su empre­sa, y de lo que quie­re dejar como lega­do)

Aho­ra mis­mo lo nue­vo son uste­des, pero den­tro de no dema­sia­do tiem­po, de for­ma gra­dual, se irán con­vir­tien­do en lo vie­jo, y serán apar­ta­dos. Sien­to ser dra­má­ti­co, pero es bas­tan­te cier­to. Nues­tro tiem­po es limi­ta­do, así que no lo gas­tes vivien­do la vida de otro. No te dejes atra­par por el dog­ma que es vivir según los resul­ta­dos del pen­sa­mien­to de otros. No dejes que el rui­do de las opi­nio­nes de los demás aho­gue nues­tra pro­pia voz inte­rior. Y lo más impor­tan­te, ten el cora­je de seguir a tu cora­zón y tu intui­ción. De algún modo ellos ya saben lo que tú real­men­te quie­res ser. Todo lo demás es secun­da­rio.

Cuan­do era joven, había una publi­ca­ción asom­bro­sa lla­ma­da The Who­le Earth Cata­log (Catá­lo­go de toda la Tie­rra), una de las biblias de mi gene­ra­ción. La creó un tipo lla­ma­do Ste­wart Brand no lejos de aquí, en Men­lo Park, y la tra­jo a la vida con su toque poé­ti­co. Eran los últi­mos años 60, antes de las compu­tado­ras per­so­na­les y la auto­edi­ción, así que se hacía con máqui­nas de escri­bir, tije­ras, y cáma­ras Pola­roid. Era como Goo­gle con tapas de car­tu­li­na, 35 años antes de que lle­ga­ra Goo­gle. Era idea­lis­ta, y rebo­sa­ba de herra­mien­tas cla­ras y gran­des con­cep­tos. Ste­wart y su equi­po saca­ron varios núme­ros del The Who­le Earth Cata­log, y cuan­do lle­gó su momen­to, saca­ron un últi­mo núme­ro. Fue a media­dos de los 70, y yo tenía su edad.

En la con­tra­por­ta­da de su últi­mo núme­ro había una foto­gra­fía de una carre­te­ra por el cam­po a pri­me­ra hora de la maña­na, la cla­se de carre­te­ra en la que podrías encon­trar­te hacien­do autos­top si eres aven­tu­re­ro. Bajo ella esta­ban las pala­bras: “Sigue ham­brien­to. Sigue alo­ca­do”.

Era su últi­mo men­sa­je de des­pe­di­da. “Sigue ham­brien­to. Sigue alo­ca­do”.

Y siem­pre he desea­do eso para mí.  Y aho­ra, cuan­do se gra­dúen para comen­zar de nue­vo, les deseo eso. Sigan ham­brien­tos, sigan alo­ca­dos.”

(Men­cio­na mar­cas. Refie­re a sus com­pe­ti­do­res. No teme en poner ejem­plos: esto refuer­za su for­ta­le­za como líder y como empre­sa. Fina­li­za con una sín­te­sis con­cep­tual de lo que qui­so trans­mi­tir. Eso es lo que los miles de segui­do­res se lle­va­rán gra­ba­do en sus men­tes y sus cora­zo­nes.)

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Más allá de las ense­ñan­zas de vida que dejan estas pala­bras, el dis­cur­so de Ste­ve Jobs, que se pue­de ver en You Tube y es uno de los videos más vis­tos de la his­to­ria, es una oda a la ora­to­ria, al dis­cur­so por varias razo­nes: la cla­ri­dad de sus men­sa­jes; la estruc­tu­ra, divi­di­da en tres eta­pas; y el con­te­ni­do, que sin lugar a dudas deja una hue­lla.

COLOM­BO PR se enor­gu­lle­ce de haber tra­ba­ja­do jun­to a Apple duran­te varios años, ase­so­rán­do­los en sus comu­ni­ca­cio­nes en Argen­ti­na.

© Daniel Colom­bo, sobre el dis­cur­so pro­nun­cia­do por Ste­ve Jobs (Extrac­tos del libro y DVD “Cómo hablar bien y ganar más” de Daniel Colom­bo; colec­ción “Comu­ni­ca­ción y Ven­tas”, Volu­men 5 (ora­to­ria); 2011)
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